capítulo siete.

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Akira.

Me ajusté mejor la colita de pelo, sequé las lágrimas que se acumulaban en mis ojeras y practiqué mi mejor sonrisa para disimular mi estado de ánimo.

Chequeé que la base haya tapado lo suficiente mis lastimaduras y sonreí débilmente al lograrlo.

Soy muy fuerte.

—¡Kiki, te buscan! —avisó a voz alzada mamá desde abajo, yo exhalé profundo y cerré mis ojos durante cortos segundos para prepararme.

Mi corazón latía con más frecuencia de lo normal, y mis nervios aumentaban a cada minuto que pasaba.

Posé mi mano encima de la manija y me animé a salir, me animé a verlo otra vez.

Me dirigí hacia la puerta y en el camino despedí a mamá con un beso en la mejilla, ella ya se había vuelto a la cocina con sus mates ya que trata de esquivar a toda costa la presencia de quien se encontraba parado en la puerta. No le cae bien, nunca lo hizo...¡y cuánta razón le doy!

—Hola, bombón, estás hermosa. —saludó el rubio depositando un pico en mis labios y yo sin otra opción lo recibí con un poco de incomodidad.

—Gracias. —musité tan bajo que dudo me haya escuchado.

Cerré la puerta por detrás de mi espalda y guardé mis llaves junto al celular.

Él tomo mi mano entrelazando nuestros dedos para así comenzar nuestro camino y yo con incomodidad trate de soltarme.

No lo logré, me estaba agarrando con fuerza.

Exhalé profundo y tragué saliva con miedo, no quería llorar y debía aguantar al menos hasta llegar a la plaza.

—¿Vos estuviste llorando? —preguntó con su ceño fruncido mientras inspeccionaba mi rostro. Yo enseguida negué con mi cabeza y agaché mi mirada—Veo que te tapaste los moretones, bien. —celebró con una leve sonrisa a boca cerrada mientras observaba mis brazos.

Yo no contesté nada, solo me limité a asentir con mi cabeza y aún con ésta agachada sentía como mis ojos comenzaban a picar.

—Perdón, amor, a veces no mido la fuerza y me paso con vos, sabés que nunca es mi intensión hacerte mal. —murmuró con un poco de culpa esta vez frenando sus pasos para acunar mi rostro con sus manos y así obtener mi mirada.

—Ya lo sé, no te preocupes. —contesté débil, con una presión enorme en mi pecho y tantos nervios que mis piernas titubeaban con levedad.

Sabía que él no tenía intensiones de lastimarme, en tres años de relación nunca llegó a levantarme la mano pero este último tiempo las cosas cambiaron bastante, aún asi estoy segura de la clase de persona que es Paulo y sé que no sería capaz de lastimarme.

A pasar de eso, estoy bastante segura de la decisión tomada.

—Te amo, hermosa. —murmuró con una sonrisa y acto seguido unió nuestros labios en un beso. Beso que planeaba intensificar si no fuese porque yo enseguida lo interrumpí con miedo a su reacción.

—P-perdón, pero de verdad necesito que hablemos. —expliqué temblorosa y el frunció su ceño.

¿Por confusión o por molestia? no lo sabía...quizás eran ambas, o quizás ninguna.

—¿Qué pasa? —preguntó con el mismo gesto, yo tragué en seco y continué nuestro camino.

—En la plaza. —me limité a responder, y el clima se volvió tan incómodo que ninguno de los dos omitió una sola palabra en todo el camino.

destino; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora