capítulo tres.

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Mateo.

Mientras sentía húmedos besos recorrer mi cuello mi mente no paraba de maquinarse un segundo.

Mi pelea con papá, la aparición de Akira, las miles de preguntas que anoche me dejó mamá, y más de treinta mil comentarios criticando mi actitud con aquélla adolescente que se me lanzó a la salida del show.

Más de treinta mil comentarios.

Mi vida va en picada, ya ni siquiera me sale escribir un tema sin pensar en ella, y si es por mí escribiría un álbum completo de canciones de rupturas amorosas, pero sé que no es lo que yo quiero transmitirle a la gente que me escucha.

Antes escribir me sacaba de la mierda en la que me encontraba, y ahora estoy tan hundido que aquéllos problemas que tengo dentro ni siquiera me permiten concentrarme en escribir un párrafo de corrido.

—Julieta...—murmuré y ella hizo un particular ruido con su boca para que le hablara. Mientras, su cintura se movía dando leves saltitos mientras rozaba su culo sobre mi entrepiernas, encendiendome enseguida—Dale, ya está, accioná. —jadeé y ella se separó de mi cuello para sonreírme pícara.

Sacó mi cinturón, y tirándolo hacia cualquier parte del camarín se levantó de mis piernas para luego arrodillarse en el piso, frente a mí.

Ella se encargó de bajar mi pantalón y también el bóxer. Al notar la erección que me había generado sonrió.

Abrí mejor mis piernas para más comodidad y tiré mi cabeza hacia atrás con mis ojos cerrados para relajarme.

Al sentir como ella comenzaba a jugar con su lengua mordí mi labio inferior y exhalé profundo.

Al meterlo por completo en su boca, hice una improvisada colita con mis manos y así la manejé a mi gusto.

Sus movimientos con la lengua me dejaban los ojos en blanco, y mi respiración estaba tan agitada que sentía en cualquier momento acabar.

Porque en serio, es una locura lo que hace esa castaña.

—Julieta...—nombré entre jadeos mientas yo aumentaba el ritmo haciéndola atragantar, pero ni siquiera llegué a avisarle que pude notar como sintió el líquido recorrió su garganta sin previa advertencia.

Ella alejó su boca y pasó su pulgar por la comisura de su labio mientras sonreía divertida.

Yo exhalé profundo tratando de recuperar la respiración y solté su pelo para darle espacio.

—¡Mateo! —gritó caprichosa una voz femenina entrando sin ni siquiera golpear la puerta. Yo abrí mis ojos como platos y enseguida tapé mi entrepiernas con mis manos.

—¡La concha de tu hermana, Kaia! —espeté furioso y ella bastante shockeada quedó boquiabierta, estática en su lugar, aunque por suerte no había llegado a verme nada—¿Qué mierda hacés, pendeja?¿No te enseñaron a golpear la puerta? —agregué con la vena de mi cuello a punto de explotar.

—P-perdón, y-yo...—titubeó tapando sus ojos y dándose la vuelta para quedar de espaldas.

—La concha de mi vieja, loco. —me quejé volviéndome a subir el Bóxer y el pantalón, mientras la castaña acomodaba su ropa y se peinaba un poco con sus dedos algo incómoda.

—Me voy, nos vemos. —se despidió saludandome con un beso en la mejilla y enseguida huyó como rata.

—¿Qué mierda te pasa a vos?¿Cómo vas a entrar así, loca? —hablé enfurecido a la rubia, quién mordisqueaba su labio inferior con nerviosismo.

destino; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora