capítulo dieciséis.

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Akira.

Le di el último sorbo que quedaba en mi vaso de daikiri y luego de apoyarlo sobre la barra, refregué mi sien con dolor; aquéllo me pedía a gritos que dejara de tomar porque iba a terminar desmayada.

La música de fondo ya me aturdía y los pies me dolían, había estado las cuatro horas de boliche perreando con Valentín mientras Mateo se daba la putivuelta con Daniel probablemente a comerse a cualquier mina que se le cruzara por delante de sus ojos.

—Amor, te estaba buscando. —oí aquélla voz que podría reconocer entre miles y no sé por qué, pero aún con la mayor de las borracheras me causaba una linda sensación en el pecho que me llamara de aquélla forma, aunque sabía que no tenía que permitirlo.

—Mateo, te dije que no me digas...¿Qué te pasa? —pregunté cambiando por completo de tema con algo de preocupación al verlo en el estado en el que se encontraba. Sus ojos se cerraban solos y su mirada estaba perdida, y apenas podía mantenerse en pie que hasta se tambaleaba.

—Me quiero volver al hotel, no doy más. —contestó balbuceando y con un olor a vodka que inundaba mis fosas nasales. Yo exhalé profundo él refregó su cara con ambas manos.

—¿Y los chicos?

—No se quieren ir todavía, Daniel se encontró a una wacha y Valentín no me quiere acompañar. —contestó pudiendo ver cuánto esfuerzo hacía para no dormirse parado, realmente estaba en las últimas.

—Te acompaño, yo estoy cansada ya. —ofrecí sin problema y él asintió con su cabeza. Aquélla justificación era verídica, a mí me encantan salir a joder y tomar a más no poder, pero con todo lo que está pasando realmente no me sentía muy animada para hacerlo y además él tampoco estaba en un buen estado para volverse solo.

Pasé uno de mis brazos por detrás de su cintura y él pasó su brazo por mis hombros para sostenerse, así caminamos hacia la salida y agradecí internamente que tan solo esté a metros de donde nos encontrábamos situados.

—Pido un auto, no quiero que volvamos caminando. —dije una vez que salimos pero él enseguida negó con su cabeza, yo fruncí mi ceño confusa y lo miré de reojo.

—Vamos caminando, estamos cerca. —insistió con pesadez y al parecer quería llegar lo más rápido posible, pero acostumbrada a la inseguridad de Argentina me aterraba caminar por la calle a altas horas de la noche.

—Ni en pedo, Mateo.

—No pasa nada acá, boba, y si alguno nos la viene a picantear le aplicamo' mafia, corta. —bromeó con sus ojitos entrecerrados mientras reía a carcajadas por su propio comentario, aunque probablemente todo lo consumido había generado eso en él.

Yo rodé mis ojos y le obedecí, al fin y al cabo había gente en la calle y no creía que algo malo sucediera, lo único que deseaba era que Mateo no se me duerma a mitad de camino o que no empiece a joder con que tiene hambre y me haga parar en cualquier puesto a comprar un pancho. Siempre lo hacía cada vez que salíamos a bailar.

—Estoy para un pancho o unas hamburguesas, ¿vos no? —habló hambriento llevando una de sus manos a su panza tal cual me veía venir, entonces solo me limité a exaltar profundo y continuar nuestro camino—¿Te pasa algo? —preguntó en un tono preocupado, girando su cabeza para mirarme y así tratar de visualizarme, ya que probablemente la cantidad de alcohol en sangre le impedía verme con normalidad y necesitaba enfocarme.

—Todo bien. —contesté para despreocuparlo, entonces él creyendo en mis palabras asintió con su cabeza y quedó en silencio, al menos un rato...—¿Cuando lleguemos podemos dormir juntos? Quiero que durmamos abrazados. —habló pareciendo decir puros delirios por como se deslizaba su lengua, parecía no ser él quien hablaba.

destino; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora