capítulo treinta.

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Mateo.

Me coloqué la capucha para pasar desapercibido mi rostro y en cuanto toqué el timbre, comencé a mordisquear mi labio inferior con nerviosismo.

Había pasado 2 días sin verla, y sin ni siquiera hablarle.

Actitud egoísta quizás, o muy cobarde de mi parte, pero luego de ver aquél signo positivo en el Evatest, mi cabeza había cambiado por completo.

¿Cómo miraba a la cara a mi novia después de confesarle que hay otra mujer embarazada en medio?

¿Cuál sería su decisión?

No quería que ella decidiera el final de la relación por una noticia así, y traté de esquivar lo mayor posible el tema con tal de no perderla. Definitivamente soy un cagón.

Luego de que los resultados de aquélla prueba aparezca frente a mis ojos, decidí cortar la llamada que manteníamos con la morocha y tratar de buscar una solución a todo lo que estaba sucediendo por mi propia cuenta.

Le pregunté a Pilar que había decidido hacer, y ella bastante determinante me dijo que iba a tenerlo, y en caso de que yo no quiera hacerme cargo me exprimiría hasta el último centavo y publicaría la situación por todos lados con tal de quemarme.

¿Cómo terminó todo? Obviamente en discusiones, yo le pregunté si realmente ese "bebé" era mío e incontables veces me repitió que no había estado con otra persona que no sea yo, descolocándome por completo.

Escapé de allí como un cobarde, y en cuanto llegué a casa con cientos de mensajes y llamadas de mi novia preguntándome como fueron los resultados, decidí mandarle un simple "perdón" y desaparecer de WhatsApp hasta hoy, sin rastros ni apariciones.

Lo único que tenía era mi lapicera y mi cuaderno, lo cual me ayudó bastante a escribir mientras lloraba y fumaba al imaginarme un futuro alejado de la morocha, ya que ni siquiera podía hablar con mis amigos o mi progenitor sobre el tema. Me cagarían a trompadas.

Le escribí a ella, le escribí todo lo que sentía como si estuviese hablando con ella, pero aquélla cobardía solo me permitía hacerlo en una hoja de cuaderno, ya que mis miedos me limitaban a hablarle.

Si dormía 3 horas de corrido era muchísimo y si respetaba una comida en todo el día estaba mintiendo; mi estómago solo recibía agua y mis pulmones cantidad de porros y cualquier otro tipo de sustancia que tenía guardado en mi cajón.

Y todo eso se reflejaba en mi rostro, porque ya no podía ocultarlo un solo segundo más.

Necesitaba a ella.

—Amor...hola. —murmuró con pena en cuanto abrió la puerta y me vio parado frente a ella para luego abalanzarse a mi cuerpo de un abrazo y ocultarse en mi cuello—Me tenías preocupada, bebé, no me respondiste ningún mensaje. —agregó asustada y podía notarlo en las aceleradas palpitaciones de su pecho.

Yo exhalé profundo y la rodeé entre mis brazos, para luego depositar un beso sobre su cabeza.

—Necesito hablar con vos, por favor. —pedí por lo bajo y enseguida asintió con su cabeza.

Luego, sin ni siquiera mirarme, se separó de mi cuerpo y me tomó de su mano para meterme hacia su casa.

Cerré la puerta y agradecí internamente que no haya nadie más que ella, aunque...estaba todo planeado, si caí tan temprano y en día de semana fue porque sabía que su mamá trabaja y su hermano estaría en clase, ya que las vacaciones se habían acabado.

Luego de cerrar con llave la puerta me guió hacia su habitación y también, la cerró con llave mientras yo me sentaba en el borde de su cama.

—Hasta acá se siente el olor a marihuana que tenés. —asumió exhalando profundo y sin ni siquiera dejarme reaccionar, se sentó a mi lado y me bajó la capucha.

destino; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora