capítulo treinta y uno.

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Akira.

Me di una última mirada en el espejo, acomodé un poco mi pelo y sonreí como nena al oír el timbre sonar.

—¡Ma, abrile! —grité sacando tan solo medio cuerpo de mi habitación para que me oyera y luego volví a meterme para agarrar mi celular, y la mochilita donde allí guardaba ropa para dormir y mi cepillo de dientes.

Una vez lista, me miré una vez más en el espejo para chequear que esté todo bien y en cuanto apagué la luz, finalmente me dirigí a la puerta.

Allí estaba él, apoyadito en el marco de la puerta hablando con mamá, vistiendo un buzo amarillo que le quedaba pintado y acompañando su outfit con una gorrita gris, la cual combinaba con el short que era del mismo color.

Qué hombre.

—Hola, amor. —saludó con una sonrisita que le achinó los ojos y yo sonreí. Me acerqué a él para plantar un pico en sus labios, y luego me acomodé a su lado para despedirme de mamá.

—Portense bien y tengan cuidado. —dijo ella como si fuésemos dos nenes mientras dejaba un beso en nuestras mejillas y yo asentí sin problema.

—Chau, Vani, nos vemos. —se despidió él mientras nos subiamos al auto y le dedicaba una tierna sonrisita a boca cerrada y un pulgar arriba.

Se hace el buenito el tonto.

—Jota, ¿todo bien? —saludé sonriente a quien manejaba y el me lo correspondió de igual manera—Siempre igual este pibe, te usa de remisero. —acoté de manera divertida tan solo para molestar el morocho y el me miró boquiabierto, indignado.

—En cualquier momento me llama para que le limpie el culo también. —dijo bromista y yo tuve que apretar mis labios para echar una carcajada, ya que Mateo es un sensible de mierda que en la primera que nos riamos de él ya pone carita de culo.

—¿Qué querés que haga si los Uber de mierda no se quieren meter al barrio? Son todos unos cagones del orto. —soltó cruzadito de brazos y con su ceño fruncido. Me causó ternura y un poquito de gracia.

Y el camino a su casa fue bastante tranquilo, aunque solo hablábamos Mateo y yo, Jerónimo a veces acotaba alguna que otra cosa y reíamos a carcajadas. Obvio siempre riéndonos de Mateo, porque sino no tiene chiste.

Al llegar, le agradecimos ambos y aunque el morocho quería pagarle el viaje por haberse copado, éste lo bajó casi a las patadas del auto si se le ocurría dejar un minúsculo billete.

—¿Tu papá que onda? —pregunté en cuanto me hizo entrar a su casa. Y aunque él me había dicho que estaríamos todo el día solos, me llamaba la atención el hecho de saber donde estaría mientras tanto su progenitor.

—Le pedí que nos deje la casa, a la nochecita va a venir a dormir pero se puso la diez y durante el día va a estar afuera. Hace bocha no nos veíamos, creo que los dos necesitamos un poco de intimidad. —explicó y yo asentí con mi cabeza—Estoy re cansado, ¿querés hacer algo o nos acostamos? —preguntó soltando un bostezo mientras apoyaba las llaves sobre la mesa.

—Nos acostamos. —contesté llevándome una hermosa sonrisa a boca cerrada y luego me tomó de la mano para guiarme a su habitación.

—Hoy sale el temita que grabamos con el Duko, ¿sabías? —contó sonriente mientras nos adentrábamos a su pieza y yo asentí con mi cabeza reiteradas veces como si fuese una nena contenta, y es que realmente me alegraba verlos juntos. A ambos los admiro un montón como artistas y les tengo toda la expectativa arriba.

—¿Cómo no voy a saber? Estoy re manija, amigo. —solté emocionada con una sonrisa de oreja a oreja mientras me sentaba en su cama, pero al darme cuenta del término utilizado, apreté mis ojos con fuerza para retener una risa y levanté mi gusta para mirarlo con mis ojos bien abiertos.

destino; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora