capítulo veintidós.

3.5K 115 32
                                    

Akira.

Salí del baño luego de haberme secado el pelo y con mi pijama puesto caminé hacia mi habitación, tratando de hacer el menor ruido posible.

Mis ojos hinchados y secos de tanto llanto hacía que me dieran ganas de irme a dormir cuanto antes para apagar el cerebro de una buena vez, aunque haber llorado desde el minuto 0 en que entré a bañarme no quería decir que no continuara llorando en cuanto me acueste.

Sentía una angustia enorme en mi pecho, un nudo en la garganta que no se iba con nada y miedo hasta estando en mi propia casa.

Aunque Mateo era de las personas que más seguridad, me da me sentía desprotegida, con un enfermo como Paulo dando vueltas podría pasarme cualquier cosa y aquéllo me aterraba.

También eso...Mateo. Lo único que supe de él fue lo que me dijo en el mensaje recibido; que estaba bien, y que iba a hacer todo lo posible para venir a verme cuanto antes, ya que después yo le había enviado un mensaje pidiéndole que en cuanto salga de la comisaría venga a casa conmigo, al menos para verlo 10 minutos, ya que ningún tipo de mensaje iba a dejarme tranquila si no lo veía cara a cara.

Exhalé profundo algo cansada en cuanto llegué a la puerta de mi habitación y sin más; entré...entré con mi peor cara de cansancio y mi más débil semblante, sin saber lo que me encontraría...

—Mateo...—murmuré apenada y allí lo vi; sentadito en la punta de la cama, quejándose y tocando las heridas de su rostro que tanto le dolían mientras sus dedos tenían algunas gotas de sangre. También, sus nudillos estaban completamente lastimados y con varios raspones.

—Kira, hola. —habló ilusionado y en cuanto yo cerré la puerta por detrás de mi espalda, se levantó de su lugar para abalanzarse a mi cuerpo de un fuerte abrazo—Perdoname, amor. —murmuró y pude notar su voz tan mocosa y quebrada que apenas llegué a reconocerla.

Las palpitaciones de su pecho latían con mucha más frecuencia de lo normal y mi cuello, donde su rostro estaba oculto, se encontraba completamente humedecido.

Y a mí no me salían las palabras; simplemente trataba de no llorar junto a él ya que mis ojos ardían, mientras lo apretujaba más contra mi cuerpo al volver a tenerlo conmigo otra vez.

—¿Estás bien?¿Te hizo algo? —preguntó tomando mi rostro para mirarme a los ojos. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y eso me rompía el corazón en mil pedazos.

—No me hizo nada, quedate tranquilo. —contesté observando cada herida de su rostro mientras negaba con su cabeza—A vos sí, Mateo, mirá como estás...—acoté en un suspiro de pena y él enseguida negó con su cabeza—Traigo cosas para curarte, ¿sí? —avisé secando como pude sus lágrimas tratando de no tocar mucho sus heridas.

—Por mí no te preocupes, Kira, quería saber como estabas vos nada más. —contestó terco negando con su cabeza, mientras él se encargaba de secar su rostro humedecido en lágrimas.

—Bueno, yo estoy bien, dejame curarte a vos, ¿sí? —repetí y a el no le quedó otra opción que exhalar profundo y finalmente asentir con su cabeza—Sentate en la cama, yo ya vengo. —contesté dejando un casto beso sobre sus labios para luego retirarme en busca de los elementos necesarios que mamá siempre guarda en el baño por si alguno tiene algún accidente. Sería como nuestro "botiquín de emergencia".

Agarré una botellita de alcohol, algodón, y finalmente volví a la pieza con las cosas en mano.

Al entrar me encontré al morocho tirado de espaldas con su vista hacia el techo. Sus ojos aún seguían lagrimosos y su rostro estaba más humedecido que cuando me fui; aquéllo me indicaba que había estado llorando.

destino; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora