Capítulo Treinta y Dos: Los Jackson tienen un invitado

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Hannah

Diciembre 17, 2017.

San Diego, California.




—¿Quieres que te de un auto?

—Si.

—¿Para qué?

—Para venderlo ¿Para qué otra cosa lo voy a querer? Necesito un auto.

—Creí que no querías ninguno.

—¿Cuándo dije eso?

—Nunca lo dijiste. Yo solo lo supuse.

—No deberías suponer cosas. Eres muy malo para ello.

—¿Perdón? — suelto una risa.

—Necesito un auto. Dijiste que podrías darme uno ¿Qué sucede ahora? ¿No quieres?

—Soy completamente tuyo, enigma. No necesitas pedirme las cosas. Son tuyas—sonrío—. Solo estoy sorprendido. Creí que dirías que por ser una mujer independiente y podrías comprar un auto por tu cuenta.

—No estas lejos de la verdad. Soy una mujer independiente, pero eso no significa que sea tonta ¿Para qué gastar en un auto cuando tienes dos en perfecto estado?

—Me gusta tu lógica— me atrae a su pecho, riendo.

Lo abrazó por la cintura, disfrutando del momento. Me gusta cuando ríe y puedo sentirlo. La risa de Sean me encanta. Poder escucharlo ahora, me recuerda a su risa juvenil.

En ese tiempo yo era una niña. Los chicos no me interesaban en absoluto hasta que lo conocí.

La primera vez que lo vi no pensé que fuera guapo, simplemente lucía como uno más de los tantos chicos que existían en el mundo. Pero después, durante el tiempo en que se quedó conmigo y comenzó a hacerme preguntas, me dije que no era un chico más.

Era extraño pero divertido y esa no es una combinación normal. Entonces sucedió, me gustó.

Siempre que veía a un chico lo comparaba con él, conforme los años pasaron comencé a imaginar cómo sería físicamente. No me fijé en nadie más porque en mi mente solo estaba él. Pero sin duda, lo que más recordaba era su risa.

Una risa ni demasiado gruesa ni muy suave, simplemente perfecta para un chico de su edad.

—Todo lo mío es tuyo, enigma. Claro que puedes tomar un auto.

Muchas mujeres desisten de tomar algo cuando sus novios se los dan. Sé que puedo comprarme uno, pero ¿para qué gastar en algo que ya se tiene?

—Gracias ¿Quieres que te dé algo a cambio?

—Quiero que seas mi esposa y que tengamos tres o cuatro hijos. Así que...— piensa unos segundos—, un anillo no estaría mal— suelto una risa. Me separó solo un poco de su pecho para mirarlo a la cara.

Yo hacía arriba y el hacia abajo.

Luce mejor. Tiene mejor cara.

Aún no habla con Steven, pero le envió un mensaje. Le pidió un poco de tiempo y prometió que no estaba enojado con él. Eso sí, le dijo muchas veces que lo amaba.

—Tengo una pregunta.

—Acepto, casémonos.

—Cerca.

Descifrando el Juego (Completa) (#1 San Diego)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora