Sean
Agosto 27, 2017
San Diego, California.
Dejo que el agua recorra los músculos tensos de mi cuerpo. Pego la frente a la pared de las regaderas, soltando un suspiro de satisfacción cuando el frío se extiende por esa parte de mi cabeza.
Hoy fue uno de esos entrenamientos que Dash nombró como "suicidas", porque es lo que te provocan, ganas de acabar con tu vida, después de que el entrenador lo haga primero.
Escucho la puerta abrirse.
—Ya estaban tardando— el eco de mi voz, se escucha por todo el lugar. Característica de cuando está casi vacío—. ¿Qué estaban haciendo? — pregunto. Al pasar los minutos y no obtener respuesta, giro a verlos—. ¡Mierda! — pego un salto cuando veo a la persona pegada a la puerta.
—Hola, Sean.
—Hannah— sonríe—. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo es que la dejaron pasar? El personal, en especial el entrenador, es muy estricto con las reglas dentro de los vestidores. No se le permite la entrada a aquellas personas que no forman parte del equipo encargado de atender a los jugadores.
Hannah trabaja aquí, pero ella no vela por nuestro rendimiento físico, ni mucho menos ayuda en ello.
Entonces ¿Cómo es que logro pasar? ¿Y qué es lo que hace aquí?
—Tu me pediste venir— frunzo mi ceño.
—No. No es cierto.
—¿Acaso lo olvidaste?
—No lo olvide, porque nunca lo hice. Quizás te confundiste o alguno de los idiotas del equipo nos quiere gastar una broma a ambos— lo cual, verdaderamente dudo.
Ellos saben perfectamente que no me gustan este tipo de bromitas, y si lo llegasen a hacer, no utilizarían a Hannah. No cuando pareció caerles bien y saben lo importante que es para mí.
—Ninguna broma y ningún error, tú me pediste venir.
—No— rio, nerviosamente—. No lo hice.
—¿Estás seguro?
—Muy seguro
—¿Que tanto?
—Demasiado— nos observamos por largos segundos. Soy consciente que estoy desnudo. Por suerte, la puerta no le permite ver más que de mi ombligo para arriba.
—¿Sabes algo, Sean?
—¿Uhmm?
—Siempre he sentido curiosidad por saber que tal besas— mis cejas se disparan hacia arriba, sorprendiéndome.
—¿Disculpa? — la veo avanzar—. ¿Qué haces? — la veo quitar el seguro de la puerta, y después introducirse en el pequeño espacio rectangular. Llevo inmediatamente mis manos a mi entrepierna, haciendo que ría—. Esto no es gracioso, enigma.
—Entonces ¿Por qué me has pedido venir?
—Yo no te he pedido venir— sus ojos azules, miran directo a los míos. Sin desviarse ni un poco. Soy consciente de mi desnudez, lo cual lo hace peor, porque lo que me encuentro tocando, parece alegrarse de que ella este aquí.
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Descifrando el Juego (Completa) (#1 San Diego)
RomanceSean Collingwood se ha ganado la reputación que tiene a base de mucho esfuerzo. Con una carrera esplendida, Sean tiene todo lo que ha querido en la vida. Encontrar con quien pasar la noche no es un problema para él, lo difícil es, con quien pasar el...