Sean.
Agosto 22, 2017.
San Diego, California.
—Diablos, Sean ¿Por qué tardaste tanto en abrirme? — aún tengo los ojos a medio abrir, por lo que no distingo al tornado de pelo que pasa a mi lado.
Sin embargo, logro reconocer el sonido de su voz.
—¿Qué demonios, Sasha? — veo la hora en el reloj virtual situado a un lado del televisor—. Son las tres de la mañana— tomo el pequeño bolso que trajo como maleta, metiéndola al departamento antes de cerrar la puerta.
Lo coloco sobre uno de los sillones.
—Lo sé. Debería darte vergüenza. Tuve que venirme en taxi al ver que no te dignabas en atender el celular— restriego ambas manos en mis ojos, alejando cualquier rastro de sueño.
Voy hacia mi habitación, sintiendo con cada paso que doy, los estragos del entrenamiento de ayer. El entrenador Edaven lanzo tantos golpes, que después del tercero, no supe en qué dirección llegaron los siguientes.
Me pregunto cómo estará Dash. El idiota se quedó media hora más debido a su incapacidad de cerrar la boca. Mañana cuando lo vea en la sala de pesas, le preguntare. Por supuesto también me burlare de él con los chicos.
Termine tan cansado que apenas toque mi cama, nada fue capaz de despertarme. A excepción por supuesto de Sasha Collingwood y sus golpeteos y gritos capaz de despertar a los muertos.
Ahora sí, puede ver a mi hermana con las manos en sus caderas. Mierda, luce como mamá.
Me transporto a la época en que la mujer que me dio a luz, me reprendía y jalaba de las orejas cada vez que me metía en problemas o la desobedecía.
Un escalofrío me recorre el cuerpo entero.—Lo siento, pero ¿Por qué llegas a esta hora y no me avisaste con anterioridad? ¿Quién llega a las tres de la mañana?
—Llegue a las dos y media, y no estaba enterada de eso. Iba a llegar ayer en la tarde, pero mi vuelo se atrasó y la batería de mi celular se agotó. No tenía como avisarte.
—Bueno, lo importante es que ya estás aquí.
—Por supuesto— veo su rostro pasar de la seriedad a la alegría. Sasha sonríe enormemente, tanto, que sus ojos se achican haciéndola ver adorable.
Mi hermana es una preciosidad.
Abro mis brazos, porque sé que es lo que viene. Corre directo a mis brazos, impulsándose un poco de las puntas de sus pues, para saltar directo a mi cuello y enredar sus brazos en él. Hago lo mismo con su cintura.
—Gracias por venir— susurro, enterrando mi nariz en su cabello.
—No me perdería el cumpleaños número treinta y tres de mi hermano mayor. Eso, y porque soy quien lo está organizando— la coloco de nuevo sobre el suelo.
Después ambos nos dirigimos a la cocina.
Sasha se sienta sobre uno de los taburetes, mientras yo saco dos botellas de agua.
Desde que éramos unos niños, es algo como, sinceramente no sé cómo pueda llamársele.
¿Necesidad? ¿Fetiche? ¿Placer? ¿Obligación?
No tengo idea en que categoría entra, tomar por día, tres litros de agua. O simplemente tomar agua.
Todo inicio, cuando la primaria en la que estudió, la llevo a ella y a toda su clase a las partes de la cuidad más pobres. Sé que son partes de las ciudades en las que sus pobladores cuentan con recursos extremadamente escasos: la comida, la ropa, los servicios, todo.
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Descifrando el Juego (Completa) (#1 San Diego)
RomanceSean Collingwood se ha ganado la reputación que tiene a base de mucho esfuerzo. Con una carrera esplendida, Sean tiene todo lo que ha querido en la vida. Encontrar con quien pasar la noche no es un problema para él, lo difícil es, con quien pasar el...