Capítulo Cuarenta: Promesas de Colores (Parte 1)

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Hannah

Enero 14, 2018.

San Diego, California.




La vida es buena, la vida es buena por las mañanas cuando despiertas y a tu lado está el hombre que amas, quien también resultó ser tu primer amor.

Aquel amor que creíste haber perdido.

Llevo una mano a su rostro, acariciando lo suave que es su expresión cuando está dormido. Sin ceños fruncidos, sin expresiones divertidas. Solo un rostro en paz por dormir.

Acaricio la poca barba que se ha dejado. Nunca se la deja crecer tanto, pero sé, porque hubo un tiempo en donde lo hizo, que se ve muy bien con su barba espesa.

Recorro sus cejas, parpados, mejillas, mandíbula, nariz y labios.

Acaricio por más tiempo las esquinas de sus ojos, en donde ya se encuentran diminutas arrugas, muy muy pequeñas que solo a esta distancia lograrías verlas.

Ni siquiera la cámara logra enfocarlas. Son diminutas, no para llamarlo viejo, pero que reflejan todo el esfuerzo por el que debió pasar.

Lo que la gente ve dentro de la cancha es un resumen de lo que en verdad sucede fuera de ella. Cada atleta se parte el alma en los entrenamientos para que partírsela dentro de la cancha sea menos difícil, y aun así, es muy difícil.

Creen que solo trabajan el cuerpo, la realidad es que trabajan la mente el doble. El cuerpo sigue órdenes del cerebro. Son horas y horas de trabajo físico y mental.

Mucho trabajo mental.

—Lamento no haber estado a tu lado. Gracias por haberlo soportado. No importa la manera en que lo hayas hecho, sobreviviste y eso es lo que cuenta.

Recuerdo haber llorado cuando me entere de su lesión. Recuerdo haber estado enojada cuando me entere que lo habían traspasado y todo lo que se creó alrededor de su lesión.

Pero es Sean Collingwood. Los hermanos siempre logran regresar más fuertes después de cada lesión. Sean fue considerado una estrella desde el principio y por eso su caída fue más dolorosa. Steven no era considerado, ni siquiera incluido en la conversación para ser una superestrella, su camino fue complicado y doloroso desde el comienzo. Pero ambos, lograron salir adelante y ahora son los máximos representantes de sus ligas.

Recuerdo perfectamente el día en que lo conocí. La imagen de él siendo un adolescente es de los recuerdos más preciados de mi infancia. No tenía ni idea de porque accedí a casarme con él.

Mamá nos dijo que un hombre con un buen empleo, era un hombre que valía la pena.

Papá nos dijo que los jugadores profesionales ganaban mucho dinero, especialmente si eran en extremo buenos.

Y entonces ahí estaba aquel chico de diecisiete años, diciéndome que sería un jugador profesional y pidiéndome que nos casáramos.

Tenía diez años, pero sabía que no era nada normal que te pidieran matrimonio a unas cuantas horas de haberte conocido. En ese tiempo aun no conocía a los Washington, por lo que después aprendería que si puede suceder.

Al principio pensé que estaba loco. Pero después, a escasos segundos de habernos separado, las palabras de mis padres llegaron a mi cabeza.

Si el sería exitoso y yo también, entonces ambos compartíamos algo en común: luchar por nuestro sueño juntos.

Descifrando el Juego (Completa) (#1 San Diego)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora