Capítulo Treinta y Cinco: Cuestionamientos

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Sean

Diciembre 26, 2017.

San Diego, California.




Voy a saltarme la parte en la que despierto, veo a Hannah dormida a mi lado y describo lo maravilloso e increíble que fue la noche anterior y parte de esta mañana.

Steven una vez me dijo que la diferencia entre hacer el amor con la mujer que amas y acostarte con una desconocida, es diferente. Se siente diferente en cada maldito sentido.

Soy un aficionado al sexo. Me encanta, me fascina. Cuando me lo dijo, no hice más que reírme ¿Cómo podía decirme tal cosa, cuando solo lo había hecho muy pocas veces? Pero no dije nada.

Ahora podemos tener esa conversación, De verdad quiero tenerla.

Escucho el que debe ser el séptimo, no, octavo ¿Quizás el noveno?

He perdido la cuenta de cuantos suspiros ha soltado Hannah. Sonrío, observando por encima de mi hombro la manera en que me mira. Los codos apoyados sobre la mesa, mientras sus manos sostienen su rostro de la barbilla, le dan un aspecto infantil que me hace reír y al mismo tiempo desearla.

La pulsera que cuelga de su mano luce tan bien en ella. Me trae los recuerdos del día en que me dio la suya.

El día en que nos conocimos.

¿Qué tan afortunado debo considerarme por encontrarme con la niña con la que me comprometí hace dieciséis años y a quien busqué con desespero?

Demasiado. Afortunado, suertudo,

Estoy preparando el desayuno. Hannah quería ayudar, pero no la deje. Si lo que Candace me ha contado, porque todos sabemos cómo es la pequeña Myers, las habilidades de mi novia dentro de la cocina no son las mejores.

Como Sasha.

Estoy bien con eso. Si es cierto, no poseo grandes habilidades culinarias, me defiendo con un aceptable y pasable. No porque sea mujer, debe ser buena en la cocina.

Los talentos de Hannah están en otras áreas, lados y partes. Muchas partes.

En el intento de no hacer obvio que temía estropeara el desayuno, le dije que picara y sacara lo necesario, yo me encargaría de su preparación. Mi estrategia funciono, ahora estoy cumpliendo con mi parte.

—He perdido la cuenta de cuantos suspiros has soltado — sonrío —. ¿Diez?

—¿Por qué no preparas el desayuno desnudo? — dejo de mover la cuchara, volteando a verla por completo —. Tienes un trasero fenomenal, y la delantera, sin palabras. Sería maravilloso verlo cuando estas de frente y de espaldas. Súmale, que estés cocinando... — suelta un incontable suspiro — ... mi perfecta fantasía.

—¿Desde cuando eres tan descarada?

—Desde que tuvimos sexo — suelto una carcajada —. Quiero que nos quememos los dos, pero no de manera literal.

¡La comida!

—Es tu culpa, por ser tan descarada.

—Entonces también es tu culpa.

—¿Por ser tan ardiente?

—Por gustarme mucho, mucho — mi corazón da un vuelco. Me ha tomado con la guardia baja.

Descifrando el Juego (Completa) (#1 San Diego)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora