Capítulo Cuarenta y Tres: Culpable

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Sean.

Enero 24, 2018.

San Diego, California.




Hannah está fuera de peligro, pero sigue sin despertar.

Veo con atención como el doctor y la enfermera hacen su chequeo habitual. Hannah se mantiene como en los últimos días, con los ojos cerrados y su respiración regular.

No ha sufrido ningún otro ataque y el doctor no ha encontrado nada preocupante. Ahora su cabeza está bien, su cerebro también, pero cuando se dieron los resultados de los estudios, las probabilidades de pérdida de memoria incrementaron.

Hannah podría despertar sin recordar algunas cosas.

¿No es irónico?

Yo la olvide hace años y ahora ella podría olvidarme también.

Debí hacerle caso. Debimos habernos casado el mismo día en que me lo propuso, o el mismo día en que me cuestiono sobre nuestro destino.

—Todo sigue normal. Regresare en unas horas para el siguiente chequeo — Rebeca Myers se pone de pie.

—¿No es alarmante que aún no haya despertado, doctor?

—Fue un duro golpe, señora. No es como que se haya lastimado solo el brazo o la pierna, su cuerpo entero y cabeza recibieron un duro golpe. Ella va a estar bien, se está mejorando — hay algo en este doctor.

No sé si es el tono de su voz, la seguridad que emana o la forma en que nos trata, pero algo en él me hace creerle. La señora Myers parece haber entrado en un pequeño trance.

Ella le cree.

No la culpo. Yo también le creo. Y por lo que me dijo Bob, es de los mejores neurólogos del país.

Cuando sale de la habitación, la señora Myers toma asiento en la silla a lado de Hannah. Esa silla en la que todos nos hemos sentado.

Cómo en los últimos días, toma su mano, mientras con la otra, da suaves caricias sobre ella, mientras tararea una canción.

Es una melodía de suave, del tipo que escuchas en un buen día, en esos en los que el sol sale y los pajarillos te acompañan.

La reconozco.

Es la misma que tararea Hannah cuando se encuentra cocinando, que son muy pocas veces, después de hacer el amor, en eso momentos en los que el silencio es necesario.

No me había percatado, pero escucharla me trae tranquilidad.

Puedo sentir el cuerpo de Hannah. El calor que emana, el sonido de su respiración y el contacto suave de su mano haciendo dibujos sin sentido en mi pecho. El tarareo de su voz, haciendo que mi cuerpo se relaje, haciendo el momento perfecto.

—Me la enseño mi madre — abro los ojos, no me había dado cuenta que se encontraban cerrados.

Tiene una pequeña sonrisa en el rostro, esa que dice "te atrapé".

—Muchas mamás contaban cuentos a sus hijos para hacerlos dormir. Mi madre nos tarareaba esta canción. Se sentaba en medio de la habitación y la tarareaba hasta que todos durmiéramos.

—¿Cómo se llama?

—No tengo idea — mi ceño fruncido le saca una risa —. Lo sé, parece mentira, pero es la verdad. No sabemos si es una canción o ella se inventó.

Descifrando el Juego (Completa) (#1 San Diego)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora