Capítulo 7

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«La vida es muy corta para
solo amarte en una,
prometo búscate en la otra»
~William Shakespeare

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Poco se dijo cuando acepté ir con él.

Me sentía realmente extraña. Posiblemente mal, a lo mejor muy engañosa, porque eso de aceptar su propuesta con tanta desenvoltura me hizo sentir estúpida.

¿Qué estaría pensando Jayce de mi ahora?

Algo así como de que estoy loca. O de que era una bipolar en potencia.

Tampoco lo culparía, yo soy bastante sincera conmigo misma, así que puedo aceptar que desde que lo conocí, me he vuelto... especialmente una completa imbécil con él.

Pero, también soy experta en justificarme. Aunque no esta vez, ya que mi excusa estaba bastante quemada: "Es un desconocido".

No. Jayce ya no era un desconocido. Era un conocido cercano y poco convencional.
Para que mentirnos, él era amable y no me ha dado razones muy malas como para mandarlo a la mierda.

Mientras pensaba en todo esto, fui memorizando calles y lugares específicos. Como por ejemplo, un pequeño parque lleno de arbustos, con flores decorando sus espacios y, si no estaba mal, me parecían Nardos.

Casi sonreí al recordar que una de mis cámaras se llamab...

—¿Jeder?

Me estremecí al escuchar mi nombre en su boca.

—¿Qué?—lo miré de reojo.

Él sonríe de lado.

—¿Realmente te caigo pésimo?—lo dijo sin ningún tipo de filtro.

Despego mis ojos de su perfil y sigo caminando mientras abro la boca para poder hablar.

—Mira, retóricamente no me puedes caer pésimo. No cuando hace solo una semana que te conozco.

—Ah, bueno...

—Pero... Tal vez sí que te aborrezco.—sonreí como toda una niña buena.

—Que graciosa.—masculla con ironía, mirando mis labios.

En ese momento, mira a ambos lados de la carretera para cruzar una calle, donde por cierto, hay un semáforo brillando en verde. Aún así no me opongo, ya que la calle está desierta a ambos lados.

Para que mentir—de nuevo—yo suelo hacer lo mismo siempre que no pasan coches.

Pasamos con toda la tranquilidad del mundo y vuelvo a escuchar como por fin retoma el tema.

—¿Y se puede saber por qué?

—Mhm...—dije mirando los árboles.

Estaban altos y verdes. Y el sol traspasa las hojas a medio romper con una caricia leve.

—Para empezar, preguntas mucho. Te apareces por mi trabajo como si nada y para colmo, pierdes tres cajas de tabaco por mi número. Eso... ¡es de locos!. Ah, y estas loco, Jayce.

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