Capítulo 18

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«Yo me enamoré de sus demonios.
Ella de mi oscuridad.
Éramos el infierno perfecto...»
~Mario Benedetti


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Habían pasado cuatro días y Jayce y yo parecíamos vivir en una nube.

Aparte de eso, todo iba muy bien. Ambos habíamos hablado y los dos estábamos de acuerdo en ir a la casa rural de Ethan, y allí, cuando unos pocos días después vinieran mis padres, Jayce los conocería.

No dijo nada. Solo sonrió por la idea de conocerlos.

Había dormido en su cama, y ya parecía algo cotidiano. Era normal y simple. Me gustaba su cama. Me gustaba dormir a su lado.

Su cama estaba vacía y me quedé un rato mirando el techo y la poca luz que entraba por la ventana medio abierta, que me daba en la cara cuando desperté.

No fue hasta un rato después que Jayce entró por la puerta y me miró de una forma que no supe reconocer. Sonrió de lado y se echó a mi lado en su cama.

—He ido a por algo para desayunar.

Asentí, girándome para mirarlo.

—¿Trabajas hoy?

—Sí—respondió—Dentro de un rato tengo que estar en la veterinaria.

—¿Te gusta?

—¿Mi trabajo? ¿O tú?

Sonreí. Posiblemente sonrojándome un poco. Joder, yo no solía hacer eso, pero con él... Con Jayce hacía todo lo que nunca en mi vida había planteado hacer.

—Lo primero.

—Sí, me gusta.—Asintió con seguridad.—Solo que ahora mismo prefiero quedarme aquí.

Solo le faltó decir «contigo».

Jayce había pedido una semana de vacaciones, ya que tenía un par acumuladas y su jefe le había dado vía libre para irse conmigo, o eso me dijo hace dos días.

Seguimos hablando de cosas, porque eso hacíamos siempre, ya que era fácil y nos ayudaba a saber cosas curiosas del otro. Sí, era raro, pero Jayce tenía muchas cosas que yo no conocia... y yo, yo tampoco parecía ser muy transparente para él.

En ese momento, cuando me estaba hablando sobre su madre, su teléfono hizo un ruido. Parecía un mensaje.

Hizo el amago de cogerlo, y cuando lo tuvo en su mano y lo leyó, su cara cambió drásticamente...

No sé cómo describir aquel momento. Todo sucedido en microsegundos. Era raro. Era como si lo estuviera viendo desde fuera.

Él se pasó una mano por el pelo.

—¿Estas bien?—dije, repentinamente preocupada por Jayce.

No me contestó. Parecía haberse ido de aquí. Parecía en otra dimension. Estaba confuso—mucho en realidad—, y podía verlo en su cara fruncida. Estaba concentrado en su teléfono.

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