Capítulo 2

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«Todo el mundo es como la luna;
tiene un lado oscuro que no
muestra a nadie»
~Mark Twain

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—Muy predecible, hermanito.—le sonreí de lado.

Ignoró completamente el «hermanito» y se acomodó las gafas antes de hablar.

—¿Estas disponible mañana?

¿Disponible mañana? Claro que sí. No tenía ninguna sección. Lamentablemente solía tener muy pocas últimamente. Y... solo tenía que trabajar en el bar por la noche, vamos, literalmente todo el día libre.

—Depende... pero sí—enarque una ceja. ¿Qué estaba tramando?

—¿Y el resto de la semana?

—¿Para qué?—arrugue la nariz, empezando a estresarme—Suéltalo ya, Jacob.

—Necesito que vengas a mi club de lectura durante una semana.

Espera... ¿Qué?

Sin poder evitarlo me eché a reír. Eso no era para... ¿los viejos en sus tiempos libres? Sin ofender a nadie, claro. Arriba lo sano y abajo lo insano, y leer es sano.

Pero... joder, que estereotipo tan arcaico tengo de los clubs de lectura.

—Tu...¿club de lectura?—solté más seria—¿Eso aún exige?

Jacob puso los ojos en blanco y yo sonreí un poco. Que estúpida podía llegar a ser.

—Es un club de lectura juvenil.—añadió rápidamente, parecía algo inquietante—¿Puedes o no?

—No sé, dime para qué exactamente, y puede... que me lo piense.

Resopló pero igualmente habló.

—Todos tenemos que llevar a un familiar durante una semana porque iremos haciendo distintas actividades y...—dudosamente se quedó pensando—de verdad quiero que vengas.

Vale. Ya no era: Necesito, sino: quiero. Jacob de verdad quería que yo fuera, y a mi me gustó eso, me gustó que mi hermano me eligiera a mi, para variar.

—¿Por qué yo? ¿Porque no Adam o Rubie?—esa pregunta salió de mi boca con satisfacción.

—Mi respuesta moralmente hablando es poco ética. —se limitó a decir, encogiéndose de hombros.

Sonreí.

—Con eso me acabaste de convencer, iré.

—¿De verdad?—su cara de súper sorpresa no me pasó desapercibida.

—No me jodas,—dejé de sonreír—¿Me ves cara de mentirosa?

—N-no, no.

—¿Hora?

—De seis y media a ocho.

Vale. ¿Eso no es mucho tiempo? Ya me voy arrepintiendo... Pero, cuando me iba a quejar, mi hermano ya se había ido.

Genial.

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