Capítulo 21

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«Más vale la pena en el rostro que una mancha en el corazón»
~Miguel de Cervantes

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Ya me dolía el culo de estar sentada viendo la puesta de sol, así que me levanté del pequeño y dañado banco de madera cuando el sol ya se había ocultado en su mayoría.

Para resumir, me había puesto a divagar en mis pensamientos, dándole vueltas continuamente al tema de Jayce, a los recuerdos en general... Y de como iba ser mi cumpleaños preparado en su mayoría por Ethan y con el Rubio por aquí...

Era curioso como cambiaban las cosas, de como estaba tan ilusionada de que Jayce asistiera aquí por mi cumpleaños, para conocer a mis padres, para pasar un fin de semana juntos... A como estaba actualmente: Un cumpleaños que ya no me apetece celebrar sino estoy bien con él. En conocer a mis padres sin la misma excusa del principio y, entre él y yo, un silencio de cementerio.

Aparte de eso, le había echado un vistazo a las fotografías que había hecho, y sin mucho más que hacer, me senté un largo y tranquilo rato en el banco que estaba atrás de la casa, solo y abandonado.

La puerta estaba cerrada cuando la toqué para entrar, cosa que me pareció muy extraña porque una vez había gente en la casa, había una total confianza en dejar la puerta abierta.

Toqué tres veces seguidas y nadie me abrió.

—¡Ethan! ¡Abre la maldita puerta!

Escuché un par de susurros ahogados y no pude evitar imaginarme a Ethan y Peter metiendosen mano el uno al otro en el sofá del salón. Mierda.

—Oye, cállate—dijo alguien al otro lado de la puerta.

—¡Joder, mi pie, imbécil!

¿Quién estaba diciendo tantas palabras malsonantes en aquella casa que no fuera yo?

—¿¡Me podéis abrir la puerta...!?

Entonces, cuando me dispuse a dar otro golpe a la puerta, la cara de alguien conocido me sonrió ampliamente. Su pelo marrón con rizos y piel del mismo color pero mucho más claro, me hizo sonreír de nostalgia. Joder... ¿Tanto había cambiado? ¿En serio? Ya parecía... un hombre.

—Oye, que soy Daniell. ¿De verdad tu también vas a mirarme así?

Él ya tenía los brazos abiertos y estaba viniendo hacia mi. Me rodeó con fuerza y sonreí con incredulidad.

—Madre mía, Dan, estás...

—¿Más fuerte y guapo? Lo sé, Jed, lo sé.—nos abrazamos mucho más fuerte y con cariño—Tu estás... más baja. Más peliroja, también... Pero sigues igual de guapa.

—¿Gracias?

—¿De nada?

Le di un pequeño puñetazo en el brazo y recibí gustosa esa pequeña visita. Lo había extrañado bastante durante el paso de los años.

—¿Estás aquí por qué Ethan te lo pidió o algo así?

—Sí, la verdad es que sí.—dijo hacia mi—¿No cambia, verdad? el tío está igual que siempre.—sonrió—Pero no le digas que te estoy entretenido a propósito, me mataría.

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