Capítulo 5

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«¿Morirías por mi? ¿Morir por ti? Preferiría vivir por ti.
Morir es fácil, instantáneo.
Vivir, eso es más complicado.»
~Pablo Neruda

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Dejo de mirar al imbécil de Alan para centrarme en mi teléfono, que hace un rato había dejado a un lado.

Suspiro y miró la pantalla iluminada.

Tengo varios mensajes—el de ayer que nunca miré, y uno nuevo—Es un número desconocido. ¿En serio? ¿Ahora qué? ¿Alguien quiere mejorar mi plan de vida con llamadas ilimitadas y cien gigas gratis? Prefiero la pobreza, gracias.

No me molesté en mirar que decían.

Sinceramente, me sentía incapacitada para hacer otra cosa que no fuera trabajar. Estaba haciendo todo perfecto—Hasta había ignorado al capullo de Alan—pero, eso tenía nombre, cara y razón: Joe. Mi querido jefe.

A final de cada mes, Joe solía aparecer por aquí para darnos una charla a todos—grupal e individual—Y, claro, solo porque le salía del alma conversar con sus empleados.

Era un hombre bastante amable cuando quería, pero cuando no... se le salía el dominio por los ojos.

Como esta tarde, cuando Alan le dijo que yo solía robar cervezas al acabar mi turno. Bueno, eso era cuento viejo porque siempre las robaba y no pasaba nada por estas razones:

Primero que todo, Joe solía ponerme mala cara y después, cuando me advertía de que me podía rebajar el salario, yo me aclaraba la garganta y le decía algo así: «Alan estuvo ligando con una menor y apunto de venderle alcohol, eso es mucho peor, Joe». Y listo, se le olvidaba lo de la cerveza y le daba la misma charla de siempre al capullo de...

—...Quiero un té helado con bourbon pero sin té ¿Cómo se llama eso?

Dejé de limpiar la barra cuando escuché que me hablaban, así que giré mi cabeza hacia la voz.

Pero...

Parpadeé tres veces seguidas y enfoque con mayor precisión al cliente.

Joder. Me tienes que estar jodiendo.

El mundo no podía ser tan pequeño como para que pasara esto.

—¿Tú?—dije atónita.

—¿Yo?—se preguntó a sí mismo—Sí, supongo que yo.—tras decir eso, se encoge de hombros y sonríe de lado. No parecía muy sorprendido.

Ese pelo...

Esa sonrisa...

—¿Qué haces aquí?

—De todo menos matar a alguien, eso tenlo por seguro.

—Jayce...—entrecierro los ojos.

Él suspira y vuelve la cabeza hacia atrás, donde fija los ojos en un chico que está sentado en una silla, hablando con un par de chicas.

—Ese de ahí es mi compañero de trabajo, vengo con él—murmura con desdén.

—Vaya—lo miró con fingida sorpresa—¿Y casualmente donde yo trabajo?

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