Solo amigos

Capítulo 24

«La indecisión es el ladrón de la oportunidad»
~Jim Rohn

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Cuando escuché un ruido fuera de casa, solo pude mirar a Ethan de reojo mientras masticaba mi desayuno y esperaba a que en realidad el sonido a lo lejos fuera algo insignificante.

El ruido se hizo mas intenso y... el motor de un coche... Bueno, más bien de dos coches seguramente, fueron más claros de escuchar.

Entonces supe que eran ellos.

Mierda, eran ellos.

—No me digas...—empezó a decir Ethan.

Abrí los ojos como platos y dejando mi desayuno a medias y las pintas desarregladas que tenía, salí corriendo hacia la puerta en calcetines. La abrí tan rápido como pude y vi dos coches, uno detrás de otro intentando estacionarse cerca del porche de madera.

Podía escuchar desde aquí, como Naomy gritaba desde el asiento de atrás mi nombre. Estaba feliz, gritando con dramatismo e intentándose quitar el cinturón de su silla desesperadamente.

No pude más que sonreír.

Dios, estas últimas semanas había pasado menos tiempo con ella. En general, con mi familia.

Ethan llegó a mi lado y me abrazó por los hombros como si fuera una bolsa llena de sus lamentos.

—Mierda, no me acordaba de ellos.

—Vaya, que buen hijo.

—Es que con tantas cosas en la cabeza...

—Excusas. ¿Qué tanto haces con Peter fuera de casa?

—Déjame pensar...—miró distraídamente los coches—Ah, sí. Muchas cosas.

—Cosas. Claro.

—Venga, querida, solo pasamos el rato.

Solté una risa.

—Mira, querido, no me hagas esforzarme mucho, eh. Que seguro jugáis al ajedrez y el resto son historias mias.

—Listilla.

—Gracias.

Soltó un bufido gracioso y escuchamos unos pasos detrás nuestros. No me giré para ver quienes eran porque solo podían ser Peter y Jayce. Caminé hacía delante, con dirección a los coches.

Los primeros en bajar del primer coche fueron Ayla y Jacob, los cuales hicieron muecas con los dedos de la mano cerca del cuello. Llegué hasta ellos y con un abrazo de oso asfixiante estreché a ambos, donde Ayla me sonrió dulcemente y mi hermanito frunció el ceño.

—¿Qué bicho te picó?—dijo Jacob hastiado.

—¿Por qué?

—Estás muy cariñosa, Jeder. ¿Tienes fiebre?

—¿Quieres un puño en la cara?—le dije no tan bromista—Seguro te realza la cara de ogro que llevas.