C a p í t u l o: 9

116 6 0
                                    

CAPÍTULO 9: "RED BLOOD"

CAPÍTULO 9: "RED BLOOD"

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

L I L I T H

«—¿Segura?

—Sólo... córtalo —intenté sonar fuerte.

Sostuvo mi cabello en su mano por otros segundos, hasta que sentí la hoja cortarlo por completo. Pasé mi mano por él. Las hebras habían quedado debajo de mis hombros.

—Gracias —enfrenté sus ojos celestes.

Antes de poder contestarme, la puerta sonó. Agares se dio la vuelta y volvió a mirarme. Me regresó la navaja y... el resto de mi cabello lo descartó en el cesto que le señalé.

La puerta volvió a sonar.

—¡¿Quién es?! —pregunté mientras volvía a la sala para acomodar las sillas y mover el cuerpo de manera que la mesa lo disimulara.

—Somos Sussan y Marina, las vecinas de enfrente.

Pasé una mano por mi rostro.

—En este momento tenían que llegar —maldije por lo bajo.

Y antes de que pudiera decir algo más, Agares se quitó la prenda superior. La que le había dado. Ahogué mi protesta cuando abrió la puerta, dejando que solo se lo viera a él, para volver a cubrirse el torso con ella.

—Oh, siento mucho haber interrumpido —dijo una de las señoras, a la que no pude ver porque cubría el interior—. Hemos oído ruidos y nos habíamos preocupado.

—No se preocupe —sonrió como el típico hombre encantador, dejándome suspenida en mi lugar—. Nos disculpamos por hacer tanto ruido, mi novia y yo no nos dimos cuenta.

Mis ojos se abrieron una milésima.

—Oh, no. Está bien, pero mi programa de las once no vuelve a repetirse, así que quizás puedan ser más cuidadosos —contestó la otra.

—Por supuesto, mis disculpas.

—Bueno, Sussan, dejemos a los chicos tranquilos.

—Que tengan una buena noche.

—Buenas noches —sonrió antes de cerrar la puerta.

—Que jovencita con suerte —oí tras la puerta.

Su expresión fría de siempre, volvió hacia él cuando se dio la vuelta, quedándose parado mientras me observaba.

—¿Vamos a terminar esto o qué? —pregunté con desinterés, como si nada hubiera pasado.»

El viento golpeaba mi rostro, haciéndome cerrar los ojos por inercia. La noche permanecía estrellada a pesar de toda la niebla depositada en el aire. Mi cabello, ahora corto, se movía al compás de mis dedos sobre la puerta del automóvil.

A N A R Q U Í A ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora