C a p í t u l o: 22

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CAPÍTULO 22: "HEARTLESS"

CAPÍTULO 22: "HEARTLESS"

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L I L I T H

Mi cuerpo estaba hecho pedazos, en toda su maldita expresión. La tela que se deslizaba sobre las magulladuras, no dejaba de incinerarme. Luego de que la adrenalina desapareciera de mi sistema nervioso, apenas pude moverme.

Eran las seis de la madrugada y aún no era capaz de pegar el ojo.

Todos estaban en sus camas, dormidos profundamente ante el agotamiento y el estrés de la retirada y los gritos de Wolf. Nadie se había percatado de mi desaparición y estaba más que agradecida.

«¿Y crees que te debo algo? ¿Crees que una niña te debía algo?»

El vapor de la taza de café, mantenía algo de calor en la habitación.

«No participarás de ningún encargo hasta que yo lo decida, Agares será el líder. Ese es tu castigo».

Las palabras se filtraban por mi cerebro mientras el silencio me carcomía los oídos. Mis ojos ya tenían el mismo color, ambos cafés. Ambos comunes y corrientes. Me giré hacia la puerta antes de abrazarme a mí misma, como si volviera a tener quince años. Como si pudiera soñar despierta otra vez.

Cada maldito músculo, dolía.

Al oír la puerta rechinando, volví a enderezar la espalda con rapidez. Contuve las ganas de soltar un alarido. Continué prestando toda mi atención a la taza de café, a la que le di un sorbo para evitar temblar.

Sus pasos se dirigieron a la cocina, sin pronunciar palabra alguna. Lo ignoré también, acariciando la cerámica con la yema de mis dedos.

«Es una lástima, porque conseguí que pudieras salir adelante».

—¿Estás bien?

Levanté la vista al instante, desconcertada por el sonido de su voz. Desconcertada por su pregunta. El corte en mi labio inferior siseo cuando pasé la lengua por él. Dejó la taza sobre la superficie y tomó asiento frente a mí, en la otra cabecera de la mesa.

—Tengo marcas en el cuello, moretones en las costillas, cortes en el rostro, brazos y piernas. Heridas de segundo grado en el pecho y apenas puedo pararme —me digné a observarlo—. Sí, Agares, estoy bien.

Le dio una vuelta a la cuchara antes de beber un sorbo. Repiqueteé mis dedos sobre la cerámica. El contenido de su taza era oscuro, igual que el mío. Teníamos un gusto en común. Observé las marcas en la mesa, escapando de su mirada acusadora.

—¿No puedes dor...?

—Estoy jugando a la rayuela, Agares —interrumpí su estúpida deducción—. Por eso estoy despierta a las seis de la madrugada.

Rodó los ojos, exhalando con fastidio.

—Solo estoy intentando charlar, Lilith.

—Si te mantienes en silencio, quizás disfrute de tu presencia.

A N A R Q U Í A ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora