C a p í t u l o: 1

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CAPÍTULO 1: "EL CENTRO"

No éramos normales, corrientes

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No éramos normales, corrientes. Nadie lo era.

—Las cámaras están apagadas.

¿Acaso existía algo como eso? ¿Algo como la normalidad? ¿Qué era exactamente para todos? ¿Cuál era la percepción de la normalidad dentro de un mundo repleto de sangre? Cuando el mundo en sí mismo está repleto de egoísmo? Cuando está repleto de cuerpos que quemar. Cuando la enfermedad corría por la sangre de todos los vivos.

Mis zapatos repicaban en las baldosas mientras el vestido rojo se acentuaba a mis caderas.

No éramos normales, nadie podía serlo. No hay normalidad cuando todos tienen una percepción diferente de lo que existe a través de los ojos. De lo que pueden ver, lo que pueden apreciar.

—Disculpe —el hombre de seguridad atrajo sus ojos hacia mí—, me acaban de contratar y necesito llegar a la Planta A, sector de Comunicaciones.

En un mundo donde la sangre cae de tus propios dedos, no existe lo normal. No es común. Cuando tienes que sobrevivir, no existe algo como la normalidad. No existe el sentido común. Nada termina de concretarse cuando tienes que encargarte del mundo. No existe algo así entre nosotros. Entre los marginados. Entre la fuerza que acaba con lo que la enfermedad no puede.

—¿Me permite su nombre? —preguntó, analizando la identificación en mi cuello.

—Caroline Space —levanté la foto junto a mi rostro.

Las mierdas normales no funcionaban con personas como nosotros.

—Voy a consultar, deme un minuto, por favor.

Mis dedos jugaron con las planillas mientras observaba con despiste mi portafolios.

Para las jaulas, para los depredadores, no había algo común. Para las presas, no había algo corriente. Para los cazadores... Para los cazadores había más que de sobra.

—Interfiriendo... —suspira—. Radio lista.

Acomodé algunos cabellos rubios detrás de mi oreja.

Para los cazadores como nosotros, había trivialidades. Había sangre, enfermedad y muchos filos peligrosos. Había demasiado peligro, demasiada adrenalina que controlar. Que controlar o dejar fluir. Dejar fluir todos los secretos bajo el repiqueteo de nuestros corazones. Demasiados desastres que contener.

—Nueva empleada, Caroline Space —asintió—. En orden —bajó su mirada hacia mí—. Presione el botón de la Planta A, avance por el pasillo y, por la primera puerta de cristal a la derecha, se encuentra el edificio de Comunicaciones —me dio paso hacia el ascensor.

No éramos normales, corrientes. Nadie lo era.

—Muchas gracias —sonreí—, que tenga una buena noche.

A N A R Q U Í A ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora