C a p í t u l o: 27

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CAPÍTULO 27: "NOBODY LIKE ME AND THE DEVIL"

CAPÍTULO 27: "NOBODY LIKE ME AND THE DEVIL"

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H A D E S

Me moví ligeramente entre las sábanas, frotando mis ojos cansados. Percibí sus movimientos. Nick estaba sentado, dándome la espalda mientras entrelazaba sus manos.

—¿Te encuentras bien? —cuestioné, incorporándome.

—Tengo algunas imágenes borrosas.

Moví los ojos por las vendas en mi brazo, la herida quemaba, pero era capaz de soportarlo. El corte no había perdido sangre, sanaría en unos días.

—Te golpearon anoche, perdiste el pulso por unos minutos.

Y que lo habían drogado luego de asfixiarlo.

Se giró directamente hacia mí, analizando la tela, moviendo sus ojos por mi pecho descubierto. Los devolvió al suelo, dejando salir el aire como un bufido. Pasó ambas manos por su rostro y no volvió a mirarme.

»No sé ni cómo salimos de allí, pero te traje a mi departamento.

Horas atrás, antes de largarme del Centro, le expliqué a Wolf que traerlo sería la mejor idea. Llevarlo a cualquier lugar o desaparecer, empeoraría las cosas que el simple pretexto de que pudieron contra él. La inyección que le dieron solo confundiría sus recuerdos hasta el momento en donde me rebanaron el brazo por un capricho estúpido.

—Gracias —murmuró, su mandíbula estaba afilada. Podría haber oído sus dientes rechinar si me lo propusiera—. Lo de...

—No importa, Anderson —me puse de pie, deteniéndose sobre el umbral de la puerta para sonreír—. Fue solo un beso.

No le permití contestar, dirigiéndome hacia la cocina para preparar el desayuno. La última vez que había estado en este departamento, fue cuando lo compré. Medusa no sabía de él, había sido idea de Wolf en cuanto nos metimos entre la familia Anderson. Abrí las alacenas y busqué el café, sintiendo sus ojos sobre mí en cada movimiento. Sobre todo en el chándal suelto sobre mi cadera y el borde de mis boxers.

—¿Puedo ayudarte en algo? —cruzó sus brazos, arrastrando su voz.

Presioné el botón de la máquina.

—El azúcar está por allá.

Esperé a que terminara, respirando con dificultad. Dejó el azucarero a mi lado, rozando mi piel con su aliento, acelerando los latidos en mi pecho. Inhalé profundamente, manteniendo la calma. No funcionó. Nick no ocultó su sonrisa complaciente del otro lado de la pequeña cocina. Me detalló con cuidado, sin pronunciar palabra.

Serví el café en dos pequeñas tazas, quebrantando el silencio por un par de segundos. Tomó una y volvió a alejarse, nos separaban dos metros entre una superficie y otra. Lo enfrenté por completo, llevando la cerámica a mi boca. Seguí el movimiento de su garganta al beber el café. No despegó su vista de la mía. Ninguno hizo ningún ruido, solo una batalla para saber quién sería el primero en mandar todo al carajo.

A N A R Q U Í A ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora