CAPÍTULO 21: "ATENEA"
A T E N E A
—Todo está casi listo —apartó la hierba de su boca, con aires despreocupados—. Sólo falta tu mierda, ...
Mencionó mi nombre con la voz pastosa, hirviéndome la sangre.
—¿Mi mierda?
—Vas a hacerme el trabajo más sencillo.
Me quedé callada, masticando sus palabras hasta que fueran capaces de pasar por mi garganta, sin asfixiarme. Tomé la tarjeta y dividí el estupefaciente sobre la mesa. Dejé que el silencio cayera entre nosotros mientras enrollaba un billete de cinco dólares para aspirar la cocaína. Limpié mi nariz con cuidado, rogando que Barnett se largara. No quería escucharlo. No quería oír sus quejas sobre mí.
Aspiré nuevamente, dejando que los efectos hicieran lo suyo.
No había dormido en días, tampoco probé bocado en más de veinticuatro horas. La última vez que ingerí algo sólido, fue un pedazo de pan que robamos a tres calles de nuestras cuatro paredes resquebrajadas, a las que llamamos "hogar".
Nuestro hogar sólo tenía un baño destrozado, una mesa con tres patas y telas que cubrían los agujeros donde alguna vez existieron cañerías.
—Vamos antes de que realicen el cambio de turno.
Tiró la colilla por ahí, tomando las llaves de la Ford vieja y sin matrícula. Me llevé la mochila al hombro, donde tenía la laptop y las tarjetas que bloquearían la máquina. Suspiré con fastidio y lo seguí hacia la salida. Llevaba viviendo con él seis meses. La última vez que vi a mi madre, fue cuando salió de un pequeño mercado. La última vez que hablé con ella, fue hace un año. Nunca me atreví a contestar sus llamadas. Y nunca dejó de hacerlas.
Me subí al asiento del acompañante, manteniendo silencio para no quebrantar su paciencia. Para no acabar con la mía.
Puso las llaves y luchó con el motor unos minutos, hasta que se puso en marcha. Observé el camino con despiste, hurgada en mi mente. Me perdí en mi propia imaginación, hasta que detuvo el auto.
—¿Tienes dinero?
Lo observé con coraje.
—No tengo.
—¿No tienes?
—No.
Dirigí mi vista al frente, evitando la suya a toda costa. Si dejaba de darle atención, se largaría. Se largaría y la culpa no dejaría de carcomerme. No podía estar rogando que se fuera, lo necesitaba. Lo necesitaba en mi vida.
—... —espetó.
—¡No tengo dinero, Cameron!
—¡No me mientas!
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A N A R Q U Í A ©
Action☠️ ¿Qué pasaría si los mejores criminales del país trabajaran juntos por un fin desconocido? Sin embargo, todo oscurece cuando un nuevo propósito le da fin al mundo que creían conocer. Años atrás, el señor Wolf reunía a los seis nombres más buscados...