C a p í t u l o: 20

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CAPÍTULO 20: "PALABRAS FILOSAS Y HERIDAS DESNUDAS"

CAPÍTULO 20: "PALABRAS FILOSAS Y HERIDAS DESNUDAS"

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L I L I T H

—¿Podría pedirle FireDrill para charlar con usted? —preguntó Agares, pasando los dedos por su barba ligera. El reloj en su muñeca brillaba por las luces del escenario, que rompió en aplausos al público.

—Ya mismo se lo traigo —asentí.

Su mirada se mantuvo en mis ojos, obligándome a seguir el duelo mientras me retiraba.

—Un FireDrill para la mesa diecisiete, si no te estorbo. —Recosté mi peso en la barra, dirigiéndome hacia Cole.

—Ya mismo.

Dejó a su alcance algunas botellas y comenzó a mezclar los contenidos hasta hacer el pedido"FireDrill", más conocido como "Simulacro de Incendio". Es una amenaza de licor, limón, vodka y algunas mezclas de picantes que lo vuelven más interesante. Mezcló bien con sus respectivas intensidades, mojó y llenó el borde del cristal con lima y unos granos que debían ser azúcar ácida. Al final, sirvió el espeso líquido rojo con motas café en una copa de Martini. Lo extendió hacia mí, con una sonrisa ladina.

—Gracias, Cole. —Le guiñé un ojo antes de alejarme, pero buscó que no lo hiciera.

—Megan, espera...

—Lleva esto a la mesa dieciocho, gracias —interrumpió Sebastian, casi haciéndolo a un lado.

—Sí, ya voy, lo siento —acomodé la otra en la bandeja.

Llevé el trago a su respectivo dueño, que parecía disfrutar tanto de su conversación con el mesero, que no se percató de mi presencia. Seguí hasta la mesa de delante, la de Agares. Levantó sus ojos hacia mí, dejándome ver mejor el brillo en sus pupilas. No llevaba su máscara y tenía unos pantalones negros, camisa blanca y corbata.

Dejé la bandeja vacía sobre la mesa y recosté mi peso frente a él, contra la madera, para simular que era un cliente como cualquier otro. Que no era mi compañero en lo absoluto. Que no lo había besado la noche anterior. Y que no me arrepentía de haberlo hecho.

—¿Cómo desea beber el trago, Señor?

Tienes los ojos de Dagger pegados a ti —murmuró Medusa.

—Como a usted le parezca —se acomodó en el asiento, relajado—. Pero sería mejor que nadie nos oyera.

Sonreí, provocativa, relamiendo mis labios. Con la bebida en mi mano derecha, tomé asiento sobre su regazo y deslicé mi dedo pulgar por su labio inferior.

—¿Esta cercanía es suficiente? —Mi expresión buscó ser tentadora, pero, mi tono de voz, algo frío.

—Sí, sigue mientras te digo.

A N A R Q U Í A ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora