¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
ZAC
Han pasado ya algunos días desde aquella noche y las especulaciones por parte de la prensa han cesado.
Lo catalogaron como <La intoxicación de la heredera> y otros medios se dedicaron hablar sobre la posible opción de un intento de envenenamiento de la hija de Adalid Salvatori, especulando que se debía a la fuerte reticencia que había mostrado mi madre respecto a la propuesta de unirse con otra empresa. Yo por mi parte decidí seguir en las sombras, lo último que necesito ahora es que todo el mundo este hablando de mi y de que los que están de nosotros sepan que ya nos reunimos dos hermanos.
Desde que decidí quedarme en esta casa, Adalid y yo no logramos tener una buena convivencia, pese a que nos a confesado parte de la verdad, se que la otra parte no nos la dirá, porque prefiere que nos quedemos como estamos, porque así estamos a salvo. Pero nadie aquí quiere eso, se que esto no es lo que somos, se que esta vida no es la que teníamos. Así que no me queda nada más que esperar a recordar y buscar pacientemente mis propias respuestas.
—¿Cómo te sientes?— interroga mi madre.
—De maravilla— contesto sarcástico.
—Seguro, porque si ...—trata de decir, pero la interrumpo
—Que si joder — respondo cansado— se me hace tarde para ir a la universidad.
De camino a la facultad no puedo evitar pensar en todo lo que ha pasado, desde la confrontación que tuvimos mis hermanos, mi madre y yo, nada ha mejorado y desde que escuché esa conversación de mi madre, mi humor y mi paciencia se han ido a la mierda.
—Pero si estas vivo— se burla mi amigo Charls.
Le había dicho que estaba enfermo, obviamente el sabía que le mentía, pero le agradecí que no hiciera preguntas y me diera el espacio y silencio que buscaba. Nos conocemos desde hace mucho, desde antes de que pasará lo que pasó. Me alegra no haberlo olvidado y me alegra que haya venido en mi búsqueda.
—¿Cómo está la enana?— cuestiona y me tenso.
—Larissa para ti — mi voz suena severa.
Soy completamente consciente de que mi hermana no es desapercibida por el género masculino pero también me molesta y me ha molestado siempre que solo la vean como un trozo de carne, eso siempre pasaba cuando estábamos en la base cumpliendo nuestro deber. Y es que ella es más que eso, siempre a sido más que esto.
—Ella esta bien, debe estar en clases tratando de no acecinar a una tal Davina—no se quien sea ella, pero sonrío al imaginarme la escena.
Con lo poco que me ha contado de ella, puedo hacerme por lo menos una idea de cómo es.
—Ahí esta esa cara de nuevo— ruedo los ojos.
—No empieces— amenazo— piensas que me gusta, pero estas equivocado.