13

15 1 0
                                    

SUEÑO CON SABOR A NOSTALGIA

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

SUEÑO CON SABOR A NOSTALGIA

LARISSA

—¡Papá!—exclamo—no me la voy a quitar—le aseguro.

—¡Claro que si!—advierte señalándome cómo su dedo—te queda muy pequeña—señala la blusa que llevo puesta.

—Papi tú me la compraste—le recuerdo y automáticamente su mano choca con su frente.

—Cuando regresemos te la sacas y me la entregas—advierte y yo solo asiento.

—Bajemos—ordena.

—Que hermosa estás—halaga mi madre.

—Ni de coña—dice Zac llegando a la sala y Jasper solo frunce el ceño en total desaprobación.

Ruedo los ojos.

—Alisa cariño,¿no crees que la prenda se encogió?—habla haciendo una mueca y mi otro hermano asiente en señal de total acuerdo.

—¡Dios! dame paciencia—exclamó dramáticamente.

De pronto todo cambia y ya no estoy con mi familia, estoy en la fábrica abandonada.

—Scott solo dime—hablan en el camerino.

—Ella solo viene a desahogarse—dice mi amigo.

—Eso ya lo sé—obvia—pero hoy vino con un golpe—están hablando de mi.

Aquel chico vio los golpes de mis costillas, fue un enfrentamiento en un callejón con unos pobres asaltantes.

—Pregúntamelo—los interrumpo. Se quedan callados y quietos devolviéndose las miradas.

—Chica solo me preocupa que te maltraten—confiesa penetrandome con su mirada profunda y oscura.

—Pues está chica sabe defenderse—aclaró.

El escenario vuelve a cambiar y veo a mi tío David discutiendo conmigo. Aún estando dormida puedo sentir el palpitar de mis sienes, por tratar de entender todo lo qué pasa por mi mente.

—¡Mentirosa!—grita lanzando el vaso de whisky.

—¡El se acercó!—tengo un poco de miedo y es tan fuerte que soy muy capaz de sentirlo y estar a punto de entrar en pánico.

—Ningún hombre te puede hablar—me advierte.

—¡Yo no soy tuya y nunca lo seré!—grito.

Toma fuertemente mi mentón mirándome fijamente y ya puedo sentir como el terror se dispara en todo mi cuerpo, quiero despertar.

—Sí no quieres que te quite a los que amas, obedece—amenaza lamiendo las lágrimas que se escaparon.

De pronto estoy en un restaurante elegante, puedo percibir cómo me calmo un poco, como si pudiera sentirme segura en ese lugar.

—No piensas comer—dice la persona frente a mi.

—Ah...yo no tengo apetito—confieso.

—¿Me dirás que te pasa?—interroga un poco preocupado he irritado.

—No me pasa nada— miento.

—Gritabas que no te tocarán— me recuerda.

—Un mal sueño— le restó importancia.

—No me mientas—se exaspera.

—Yo no puedo decirlo—confieso a punto de llorar.

—¡Hey! guapa tranquila—está preocupado.

—Yo no quería pero si no él los va a lastimar—trato de no ahogarme en mis lágrimas.

—Dime quien es—niego—yo puedo cuidarte—lo sé, pero lo quiero vivo.

—Sácame de aquí—pido limpiándome el rostro.

—¡NO!—grito apenas abro los ojos.

—No—repito tratando de tranquilizarme—todos están bien—me digo.

Después de haberme lávalo la cara, porque hoy como en todas las otras noches me desperté con lágrimas. Las pesadillas nunca son las mismas y se sienten tan reales que me confunden. No quiero que sean reales, porque algunas son horribles.

Voy a la cocina por pastel de banano y leche, ya sé que el sueño no regresará y hoy no quiero salir a correr.

Cuando veo a Zac entrar a la cocina, por su mirada y por el olor que viene a mi al hablarme sé que ha estado tomando.

—¿Qué haces aquí?—el asombro en los dos es muy notorio.

—No puedo dormir —responde.

—¿Quieres?—le ofrezco pastel.
Asiente.

—Me dirás que soñaste—inquiere.
Niego.

—Mañana—le aseguro.

—¿Quieres ver algo?—señala con la cabeza en dirección a la sala y solo asiento en aprobación.

Pusimos La Sirenita: Los comienzos de Ariel, justo estamos en la parte donde la mamá muere por ir por el regalo de tritón.

—Te amo—susurro.

—Yo mas—asegura.

El dolor de cabeza aumenta haciéndome encoger en el pecho de mi hermano y entonces lo recuerdo, recuerdo que yo se lo dije, la situación en que se lo dije era distinta a la de ahora, pero se lo dije y lo recuerdo.

—No tienes la culpa—repito—era inevitable—reconocerlo hace que mi pecho duela.

Él se tensa, haciéndome entender que de alguna forma él sabe a qué me refiero.

—No te culpes—pido en un susurro antes dequedarme dormida

DINASTÍA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora