ADALID
Aún no logro quitarme la imagen de mis hijos sufriendo.
—Zac, cariño te encuentras bien—inquiero con intriga.
Con la reciente discusión y con el suceso inesperado, la relación familiar se vio muy afectada.
—Si—responde secamente.
—De verdad lo siento—confieso.
—Lo sientes—alude con una sonrisa amarga—dime, también lo sientes por hacer que lo odiemos sin razón—espeta enojado.
—Por que no tienes pruebas de que él haya sido lo que tu aseguras—acusa.
—Yo...— trato de responderle pero me interrumpe
—Tu— habla señalándome—sabes perfectamente que ella lo hizo por nuestro bien y eres tan egoísta que no te importo lo que hizo por ti—suelta.
No me puedo creer que mi propio hijo me este juzgando sin darme la opción a defenderme.
—Como madre debiste saber que algo le pasaba—suelta—como madre debiste darte cuenta que se estaba perdiendo y como madre debiste ¡creerle!—sentencia con un fuerte resentimiento en su mirada.
—Egoísta, eh—hago una mueca por el dolor en el pecho—lo soy por querer vivir para cuidar de mis hijos—digo dolida.
—Me dices como te va con eso—asevera mi hijo—dime donde están los resultados, ¡porque no los estoy viendo!—dice.
— ¿Sabes lo que veo?—inquiere.
—Veo a una familia rota—se responde a si mismo.
Y el decirlo lo hace más real, escuchar sus propias palabras hace que el dolor que se refleja en sus ojos aumente, que se sienta más decepcionado que antes, aun es incapaz de asimilar que ella se lo dijo, que su niña le pidió ayuda y ella no le creyó.
—No tienes ningún derecho ha juzgarme—sueno enojada.
—Si lo tengo y ¡más cuando sufrimos por tus putos secretos!—grita alterado—tú eres la responsable de su muerte y espero que no tengas nada que ver con la falta de memoria de Larissa.
—Y me alegro por su muerte—confieso—y me hace muy feliz saber que ella no recuerde a ese infeliz—confieso.
—¡YA CALLATE!—brama iracundo.
—¡No sabes lo que dices!—trata de calmarse, lo noto por como respira.
—¡Se perfectamente de que hablo!
—Estas borracha y no sabes lo que dices—me regaña—mamá tu no eres así—trata de hacerme entrar en razón.
—Él esta donde debe estar—hablo tan segura que lastimo a mi hijo.
—Espero que no te arrepientas, ya no tienes nada, solo culpa—trata de no llorar—me dueles, en serio lo haces, te alegra la muerte del amor de tu vida.
—¿O ya se te olvidó lo feliz que eras con él?—pregunta tomando mi rostro entre sus manos.
Claro que no se me olvida, ese sentimiento sigue como en la primera cita que tuvimos y así permanece ahora, ese sentimiento solo ha aumentando con el tiempo. ¿Como se puede amar tanto ha alguien que ya no está?¿cómo puede una persona aferrarse tanto a los recuerdos? y sobre todo una persona cuerda no tendría la idea o esperanza de que aquel recuerdo realmente vive.
—Te necesitamos mamá, eres lo único que nos queda, no nos abandones tu también—su voz sale en un mínimo susurro.
Cosa que hace que espabile un poco, ojalá eso borrara lo que acabo de provocar en mi hijo.
—Yo solo quiero que sean felices—le revelo mi único deseo para ellos.
—Felicidad —dice con ironía —hace mucho que nadie aquí siente eso.
Se que no hay nada más que verdad en lo que acaba de decir, pues yo mismo desconozco lo que alguna ves reconocí como felicidad.
— Si se puede—trato de escucharme segura, pero fallo.
—No, no se puede ser feliz cuando solo tratas de sobrevivir—responde serio—porque solo te concentras en que no te maten o maten a los que amas—lo dice con la frialdad digna de un Romanov.
—Yo lo soy—trato de convencerlo.
El sonríe falsamente y se que no entiende del todo mi motivo para mentir tan descaradamente, aún con sus manos en mi rostro, me mira fijamente, sus iris de un falso azul profundo tratando de encontrar en los míos la razón. Pero no la va ha encontrar nunca.
—Te voy a decir algo—habla acariciándome las mejillas con una delicadeza inigualable— el mundo nos puede querer ver mal, pero tu no, no nos termines de matar ahora— sus brazos caen derrotados a cada costado de su cuerpo y da la vuelta marchándose.
Dejándome arrepentida y más rota que antes, sies que eso aún es posible, yo al igual que Larissa hemos pasado por mucho y aúnseguimos soportando. La diferencia es que yo lo recuerdo todo y es mejor que ellanunca lo haga.