BOSTON
ZAC
—¿Cómo que no recuerdan?— exclama sorprendida.
—Es lo que dije— creo que esta ha quedado sorda.
—Algo esta mal, tu si deberías recordar— dice Seren.
—¿Cómo que yo si?—pregunto intrigado.
—¿Tú eres idiota o qué?— especta enojada— a ti no te abrieron el cráneo de un golpe— sigue alterada.
Siento como mi caja torácica me aprieta, me repito que no es cierto lo que dijo, yo recordaría algo como eso. Yo recordaría que alguien le hiciera ese gran daño.
—¿Qué?— digo preocupado— ella...yo...—susurro.
Mierda, mierda, como pude olvidar algo así y cómo permití que eso le pasará, solo puedo odiarme por eso.
—¡Oye!, tranquilo— habla— así no podrás ayudarla— me regaña.
—Necesito que vayas con el doctor Miller— indica— dile que yo te mande— me advierte— el te pondrá al tanto de su estado— asegura.
—¿Por qué no me lo dices?— pregunto cansado de tanto maldito misterio.
—El lo sabría— se escucha preocupada— cuídate y cuídala— me pide.
A estas alturas daría mi vida si con eso logro arreglar el horror que le a pasado a mi hermana, pero se que ni mi vida sería suficiente para redimirme por no protegerla.
—Seren esto es mucho— digo cansado— ella no esta bien y no habla al respecto—confieso.
—Ella esta recordando— confiesa— no coman en casa y haz todo lo que el doctor Miller te diga— habla.
—Los quiero— dice Seren.
—Bey— digo cortando la llamada.
Porque me niego rotundamente a responder con un nosotros también te queremos y mucho. No es algo que tenga que saber, ya se lo diremos en alguna fecha especial.
—¡MALDITA SEA!— grito lleno de desesperación y rabia conmigo mismo a la vez que boto todo lo que esta en mi escritorio al piso.
Me duele no saber que le paso a la niña de mis ojos, me duele el no saber si estuve para ella en ese momento o si hice algo para ayudarla. ¿Qué te hicieron?¿sufriste?¿quién fue?¿por qué a ti?, son preguntas que me atormentan de camino a casa de ese tal doctor Miller.
Pasados unos minutos, por fin llego al área privada de residencias, no es tan diferente a la privada donde solíamos vivir, me fijo en el número de casa y me estaciono en la entrada.
Toco el timbre, la desesperación es visible. Las ganas que tengo de saber de una vez que fue lo que le pasó y quién fue también son notables.
—Lo esperaba— dice el hombre invitándome a pasar.