¿Eres un sueño? I

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Narra Thranduil:

Exhausto era una palabra bonita con la cual decorar a mi estado corpóreo y espiritual actual. Elay había quitado mi corona, cambiado mis atuendos y no tuvo oportunidad de decir palabra alguna pues le había echado de la habitación sin tacto alguno. Aquella idea de que Gilliel hubiera estado cerca aquel día, ya un mes atrás, me tenía más en vilo aún de lo que su ausencia había dado como resultado. Estaba convencido de que había sido ella, no podía ser solo mi imaginación, lo sentí, había sentido ese aroma a primavera, a la humedad de la lluvia sobre la tierra fértil que da paso a las más hermosas orquídeas que me recuerdan a su ser.

Recostado en la ventana observaba, observaba expectante sentir ese aroma nuevamente, por tener una señal de su esencia lo suficientemente fuerte como para correr en su busca. Si tan solo viera esa pequeña señal, no me importaría cuanto cristal roto debiera pisar en el desnudo camino, simplemente llegaría a ti echo un despojo con tal de colgar en tus brazos una vez más.

Derrotado, como en cada batalla en la que se han transformado mis días en su ausencia volvía a la cama arrastrando los pies. Un bostezo se escapó de mi cuando meditada de nuevo avistado la ventana, tal era mi necesidad de descanso que antes de que pudiera notarlo, simplemente me perdí en la suavidad de las almohadas.

En el paraíso del que Gilliel era dueña, comencé a sentir entre la penumbra de la habitación apenas iluminada por la luz de la luna, unos pasos familiares que rompían la quietud nocturna con dirección a la cama.

-¿Aún me amas?- me increpó con esa indescriptible sensualidad que posee.

-¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Qué clase de pregunta es esa cuando sabes que mis desvelos, mi cansancio y mi locura eres tú?- su cabello acarició mi rostro mientras se colocaba en cuclillas sobre mí, acariciaba su piel como los duraznos más exquisitos de la temporada y exploraba su silueta en la oscuridad como si hubiera nacido negado de la vista terrenal.

Incluso en sueños es la dueña de mi cordura, solía pensar en mí como la persona que daba las órdenes, pero ella venía y me tenía rogando de rodillas como un niño pequeño pidiendo por salir al prado.

Su cuerpo sobre el mío se acercó con lentitud a mi rostro, había llorado, sus mejillas estaban húmedas y no había motivo coherente para pensar otra cosa. La punta de su nariz chocó con la mía para reflejar sus ojos en mí, mordía mis labios por poder besarla y jamás dejarla salir de allí, envolverla en mis brazos, huir consigo si era necesario, pero no podía pensar de nuevo en la idea de abrir los ojos y estar de nuevo en el frío.

- Veme, veme y jura ante la vida y el tiempo como testigos, veme a los ojos Thranduil y dime que no te arrepentirás de elegirme en tú camino - suspiró - Dime que habrá un tercer camino en que el amor ganará, en que nuestro pacto no sera delito ante aquellos que como nosotros extrañamos la gloria de los que ya no están -

- Gilliel - sus palabras me tenían vacilando, estaba incrédulo sobre el peso de la realidad, si había camino, si sabía el costo de aquellas desiciones y como ya lo había dicho, mi alma estaba holgada para pagar cualquiera fuera ese costó.

- El motivo de que mi vida haya vuelto a ser una digna de vivir ha sido tú presencia Gilliel - coloque su mano en mi corazón, era la única manera de hacerle entender - Mira sino en el desastre que me eh transformado negado de ti, negado de tú sonrisa, tú personalidad dulce envidiable, la habilidad de llevarme la contra, de tenerme a tus pies con un parpadeo, ese don de ver el bien en otros que ni siquiera puedes ver el tuyo propio. Amarte es vulgar a lo que siento, yo dejaría cualquier objeto y pagaría el costo que fuera por tenerte aquí de nuevo; A mano abierta y ojos cerrados mi luz -

-Thranduil- su cuerpo suspiró frente a mí, no había nada más que las palabras pudieran expresar, el silencio decía más de lo que cien oraciones no podrían resumir.

Su piel se me hizo irresistible en aquella tela exquisita que apenas cubría su cuerpo, su ser una necesidad. Frente a frente en aquella cama, descubrí sus hombros que junto al peso de la prenda descubrieron más de su cuerpo que se perdía entre las ebras de cabello.

Sujete como tantas veces su cintura cuando sentí la caricia de su agarre en mi cuello, sus besos que como la fruta más exquisita me invitaban a saborearla hasta que los labios se pintaran en rosa.

Recorrer su cuerpo era dicha, sentía cada recóndito de piel, cada suspiro, cada sensación, te sentía allí conmigo. Ya su vestido era un recuerdo, como así lo eran mis prendas que reposan en el suelo.

Sus dedos enredados entre mi cabello hicieron de las mordidas en el cuello algo afrodisíaco y prohibido, tanto que quería más y más mientras sus piernas se sujetaban en mi cintura.

Deseaba tanto aquel placer terrenal que me sentía vulgar, pero nada vulgar vendría de mano de la persona que amaba, no de ella.

Estaba perdido en su mirada, en su voz, en su silueta de pétalos rosa mientras sobre tí pecamos entre las sábanas. La noche era testigo de nuestro amor y las estrellas fungían como guardias de nuestra mortal unión. Sus pestañas daban pequeñas cosquillas en mi ser mientras recorría cada parte de mi cuello entre los besos más exquisitos que podía yo alguna vez desear.

- Te deseo - carraspie la voz en su oído y aquello provocó alguna fibra dominante cuando me obligó a complacerla.

Mi memoria culmina cuando sus muslos sirvieron de almohada a mi descanso. Recuerdo luchar contra mi cansancio para evitar dormir, pero sus caricias en la coronilla me hicieron seder al deseo de los sueños o del descanso real, pues sabía que la próxima vez que abriera los ojos no estarías allí y como un sueño de joven solo me habías cumplido uno de los innumerables deseos de mi alma.

El sol acariciaba mi rostro, volteé en tú busca, pero de nuevo estaba solo y sin rastro de tí.

-¿Qué fue aquello?- me cuestioné mientras comprobaba mi carencia de prenda alguna.

Un simple y hermoso sueño... Eso fue

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