Flautas de luz

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Narra Thranduil: 

- ¿Al fin las mariposas batirán sus alas para nuestra humilde presencia Thranduil? - sus ojos goteaban con dicha, me extendió su mano para colocar en ella un anillo de la piedra más brillante que pude encontrar y tras volver en pié le arrebaté un nuevo beso. Uno que sabía se sentiría diferente, se sentiría como ser él único testigo en el último ocaso del universo. Mis dudas se habían esfumado, todos mis miedos, mis pausas menguantes y todo aquello que me impidiera volver a ser feliz estaba de salida con destino incierto. 

- Al fin Gilliel... al fin las orquídeas florecen, al fin las aves cantan y los frutos crecen vivaces y carnosos... al fin mi corazón vuelve a estar vivo... -  La tenue luz del ahora nuestro cuarto era testigo de nuestra promesa de amor eterno, una promesa que estaba firmada a fuego crudo y vivo como el latir de un corazón.

Solo el golpe de la puerta nos sacó de nuestro trance, Elay nos informaba que debíamos estar listos para la gran reunión. 

- Será nuestro primer compromiso como prometidos Gilliel... - comenté a su oído.

- Solo espero que todos lo acepten... después de tod - interrumpí sus palabras que estaban a punto de desembocar en gotas.

- Después de todo, eres quien yo he elegido para pasar toda mi eternidad y nadie puede discutir palabra con la futura reina del bosque... - me detuve - Tú sabes que siempre debiste haber sido tú... -

Aún tenía que cambiarme, solo tomaba unos minutos y Gilliel prefirió adelantarse para así poder hablar con Elay.

Narra Gilliel:

- La felicito señora, futura reina del bosque negro - comentó Elay sin un ápice de entusiasmo. 

- ¿Sucede algo? - pregunté sorprendida, a pesar de que sabía de sus sentimientos por mí, esperaba que él entendiera.

- No mi señora, sé que no soy un gran silvano a su altura, solo esperaba ser quizá algún día un digno compañero... pero qué competencia representa un pobre sindar al rey del bosque - Su tonta pero honesta confesión me hizo sentir aún peor, ¿cómo podía ponerse en el polvo de las botas de Thranduil? Esto jamás había sido una competencia, pero atribuir que él no ser el rey no tenía oportunidad conmigo me hizo sentir como si fuera una humana codiciosa, de esas que solíamos ver en la costa. Casándose y abriendo su intimidad a cualquiera por un trozo de vida burguesa, no que no tuviéramos bajezas pero eso era un insulto viniendo del que una vez fue mi amigo y confidente.

El tremendo rey elfo volvió a salir con una túnica del mismo y delicado corte que mi vestido y me ofreció la mano escoltando al gran salón del trono. 

Un montón de señores/as de alto rango, elfos y elfas de todas las edades estaban acomodados respectivamente en varias largas mesas. Todas abundantes de comida y bebida, las luces se mantenían cálidas con la intervención de las luciérnagas del bosque y su cómplice titilar entre el gran salón. Thranduil caminó hacia el trono y luego de acompañarle me detuvo a alejarme de su lado.

- Señores y señoras del bosque, mis más estimados más cercanos y respetados. Es para mí un gran honor contar con su presencia en un día de inmensa dicha en mi vida, como podrán apreciar hoy no estoy solo aquí frente a nuestro ancestral trono, tengo la gran dicha de estar con quien pronto será nuestra reina... Gilliel y yo... nos casaremos pronto - Quizá mi felicidad me nubló de mis anteriores equivocaciones, no sabía qué esperar. Me sentía como un troll al ver la luz del sol, mis piernas temblaban, pero Thranduil tomó mi mano con fuerza y me mantuvo en pié.

Al principio todo el palacio estaba en un tremendo silencio tras el anuncio, pero no pasó demasiado (por más que se sintiera como una eternidad) cuando todos comenzaron a aplaudir y a felicitarles. El banquete dió inicio y la feliz pareja tomó asiento en la primer mesa que estaba horizontal al frente en comparación a las demás, cada delegación se tomó el tiempo de acercarse y bendecir la unión como era costumbre, no faltó ni uno de los asistentes en saludar a la feliz pareja de futuros reyes.

La noche les recordaba a los viejos tiempos de sus padres, donde eran niños, donde no había guerras en las que pelear, solo era arte, magia y paz. Los más pequeños estaban danzando con cintas en el centro mientras la música sonaba en los alrededores. El bosque cantaba las melodías que el viento le enseño en algún affair entre una tormenta y la calma de la mañana, los talentosos silvanos solo acompañaban sus susurros con la flauta y el arpa, además de la gloriosa voz de nuestros hermanos que transmitían tan paz y dicha como la mañana misma.

- Cariño, ¿sería propio de la futura reina unirme con los niños a jugar? - consulté apoyando mi mano en la suya.

- Mi hermosa Gilliel, tu siempre haz sido y serás dueña de hacer lo que gustes cuando gustes. Mientras yo viva nadie va a impedir que sonrías y seas libre como el viento que te ha dado a luz - 

Narra Thranduil:

Su dulce silueta jugueteaba bailando con los niños y jóvenes al son de la música. Su cabello parecía un espejismo de sirena, de esos de los que los hombres temen al ir en alta mar. Todo parecía tan perfecto que al menos por un instante pude calmar mi entrelazado corazón, solo podía faltar mi hijo en esa escena. Él quien con su bondad e inocencia iluminaría como ella hasta los umbrales más recónditos y sombríos de todo el bosque.

El banquete había sido un éxito y a ojos de todos, ya éramos los futuros reyes del bosque.

Luego de despedir a todos los invitamos fui a atender una pequeña reunión a solas y Gilliel se esfumó de mi vista. Al terminar asumí que estaría en la habitación y fui en su busca, abrí la puerta con cuidado de no despertarla y allí estaba, al borde de la cama, con solo flores en su cabello y un cuenco lleno de uvas esperando al borde de la cama.

El satín blanco parecía fundirse con su piel apenas dibujado por los mechones de su cabello, no podía aburrirme de retratar cuan bella era esta elfa. ¿Habría sido maldecido por algún mago? Será que por eso no puedo dejar de verla tan hermosa, o es su sola presencia y aroma el que hace que sea un esclavo de su ondeante silueta. Estaba estático a su merced cuando se levantó de la cama y me ofreció una uva colocándola en mis labios.

Mi corona probablemente terminaría en quien sabe donde, pero esta noche solo nosotros seríamos testigos del amor que nos teníamos. 

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