Gilliel había podido recuperarse tanto o más perfecta que antes, su pecho siquiera albergaba cicatriz alguna y su sonrisa ahora se veía más rozagante que nunca. Algo la hacía querer ser más fuerte que nunca, algo le daba una inmensa felicidad que nadie podía descifrar. Ni siquiera su sonrisa cargaba un poco de resquemor ante la atrocidad que había cometido.
Gilliel... - susurró una voz masculina mientras acariciaba el rostro de la elfa.
Thranduil no se había despegado de ella desde que había vuelto a abrir sus ojos, ella era el ser más hermoso que jamás hubiera podido existir y nadie podía hacerle creer lo contrario. La silueta de Gilliel se delineaba exquisitamente bajo las delicadas sábanas de seda como si fuera el afluente de algún río celestial.
- Recuerda que si no sientes ganas puedo ir a la reunión de la noche solo... - su mirada tan hermosa como siempre, sus ojos brillantes, aquel elfo era simplemente una maravilla y ella aún no lograba entender porque debería merecerle.
Debo asistir, aún soy una silvana de linaje y amo el bosque tanto o más que siempre - Los labios de ambos se juntaron una vez más y Thranduil se alejó de ella.
- Hay algo que quiero mostrarte -
Thranduil trajo consigo una capa envuelta en una delicada gasa, la colocó sobre la cama y comenzó a desenvolverse.
- Siempre que veo el fluir del agua pienso en tí, pienso en tu cabello, en tu rostro, no puedo evitar pensar que no puedo atraparte y que tan solo te escurres entre mis manos... - suspiró - y aunque eso me aterra, te hace más hermosa... me encantaría que los demás pudieran verte como yo lo hago... - Sus manos extendieron los breteles de un hermoso vestido de gasa turquesa, largo y apenas sujeto bajo el busto.
Aquello era una belleza de la que no se sentía digna, este era un amor del que no creía poder corresponder justamente nunca y eso le hacía sentirse muy frustrada en el fondo.
- Es demasiado hermoso... - Gilliel observó una vez más el rostro del elfo como si fuera la primera vez que lo observa y posicionó sus labios contra los suyos.
Amaba ser una dulce llovizna que delinea las curvas de una hoja.
Hoy se llevaría a cabo una reunión con varios de los representantes más importantes de cada familia noble del palacio. Thranduil y el consejo darían un anuncio muy importante del que ni siquiera Gilliel sabía de qué se trataba, pero por algún motivo no lo notaba importante.
Un quinteto de ciervas se veían muy entusiasmadas en arreglarla para tal misteriosa ocasión, Thranduil se había retirado para poder corroborar que todo estuviera en orden.
Una caja de mármol labrada en plata aguardaba junto a su espejo y aunque se moría de curiosidad por husmear su contenido tuvo que aguardar a que las jóvenes continuaran arreglando su cabello.
Todas sonreían y comentaban una y otra vez cuán bella lucía, el bosque se sentía extrañamente animado y eso era muy raro, pero no le parecía algo de qué sentirse mal ya que en su interior sabía que cierto rubio se ocuparía de que todos la traten con cierta delicadeza.
- Dua, ¿que hay en aquel cofre blanco? - Consultó Gilliel a la chica más joven, está usaba sus mejores galas y unas bellas perlas adornan su terso cuello.
- Es un regalo del rey para usted, se lo pondremos en un segundo - comentó con una sonrisa - Dea hermana, trae el cofre blanco y comencemos a colocarlo -
El cofre estaba recubierto con terciopelo rojo y contenía una docena de azucenas de cristal. Cada una estaba perfectamente labrada en oro y cristal con un bello acabado transparente en cada pétalo, aquello era un sueño, comenzaba a sentir que no merecía tantas atenciones y que necesitaba solo un poco de tiempo. Pero la rubia no podía permitirse ser descortés, no después de lo que había hecho.
La puerta se abrió de repente mientras las jóvenes terminaban de acomodar las flores en el vestido, el rey ingresó cargando una tiara, tan o más bella que cada una de las flores que habían puesto en el vestido, aquella cargaba con varias similares pero algo más pequeñas y Thranduil simplemente la acomodó en mis sienes para luego besar mi frente.
Narra Thranduil:
Semanas habían pasado desde que había tomado la decisión, jamás había sentido tanta seguridad en algo y eso es mucho decir. El tiempo en la vida de un elfo es tan extenso que pensar en desperdiciarla es un pecado y un pecado que yo estaba cometiendo. No dejaría pasar un minuto más sin hacer que Gilliel estuviera conmigo.
Cuando atravesé esa puerta y la vi allí tan radiante, tan llena de vida luciendo para todos exactamente como solo lucía para mí. Aquella era una dicha que demasiados pocos podían tener el privilegio de sentir. Cada atributo que tome para ella se veían opacado por su portadora y no puedo negar que me sentía en extremo nervioso.
Mis manos temblaban levemente y luego de pedir a las ciervas que se retiraran tuve el valor para volver a acercarme, sus ojos estaban relucientes y con cuidado me senté junto a ella.
- Se que no tengo derecho... sé que he sido un cobarde por mucho tiempo... - comencé.
Narra Gilliel:
Thranduil estaba más nervioso de lo que jamás había estado frente a mi. Tome sus manos tratando de que este dejara de temblar pero no me lo permitió.
- ¿Por qué dices eso? ¿qué sucede? - De pronto todo comenzaba a aterrarme, no comprendía nada. ¿Para que todas estas atenciones si algo malo estaba pasando.
- Gilliel... - suspiró - ¿Quieres... casarte conmigo? -
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Perfume
FanfictionNunca es tarde para volver a creer en aquello que se nos fue arrebatado. El regreso de un recuerdo intenta devolver al corazón del rey Thranduil aquello que le fue robado, en tanto la guerra del anillo único se acerca sin descanso.