Veneno

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Narra Gilliel:

Yacía desnuda bajo el manto de los aposentos de Thranduil, mis ojos se acostumbraron a la luz de la mañana y el canto de los gorriones se entonaba con el rebote inconfundible de las liebres. Ese golpeteo de sus fugaces patas chocando con la tierra y las raíces que solo los del bosque sabemos apreciar a detalle.

Un fuerte golpe se escuchó en la puerta y trás ella Thranduil arrojaba la mesa que tenía en frente, aterrada y apenas tomando una sábana para cubrir la desnudes de mi cuerpo me acerque a detenerlo.

- No van a permitirte ser reina...- soltó en cólera.

Narra Elay:

¿Casarse con el imbécil del rey? No, no podía permitirlo, Gilliel debía ser mía.

Años siendo un ángel, siendo perfecto para ella, actuando como un imbécil para ganarme su aprobación y nada. No sabía que más hacer para que viera que la amo.

Cuando escuché la noticia tuve que aguantar las ganas de vomitar y solo me escabullí por el bosque, enojado comencé a mirar las estrellas entre las copas de los árboles. Mis lágrimas brotaron sin que pudiera notarlo, y todas las emociones indignas de un elfo comenzaron a salir a borbotones, pero no sé lo dejaría tan fácil.

Al retornar al palacio había tomado la forma de una bestia terrenal, un basilisco, o una fiera serpiente esperando a esparcir su veneno a oídos de los generales mayores. Ellos eran los únicos siguiendo la jerarquía de la corona, por más que el "rey" estuviera convencido de algo si todos ellos estaban en su contra podían derrocarlo (una sonrisa se escapó de mi rostro) y ahí veríamos si ama tanto a Gilliel como para renunciar a la corona.

Por más que la ame, ella abandonó el bosque, es tía del principe y hermana de la fallecida reina, era un poco retorcido e incestuoso ¿No?

Siempre había sido un soldado de mérito, ejemplar y gracias a ello me había ganado mi puesto sirviendo personalmente a Thranduil. Al principio solo no empatizamos, pero cuando Gilliel volvió fue imposible estar de acuerdo con el incluso en las mínimas y más tontas decisiones del reino. Claro que como solo era un Silvano, mi opinión no era importante y cualquier cuestionamiento solo se tomaba como presuntuoso de mi parte.

Cuando la guerra por el anillo comenzó me ofrecí a unir filas con el príncipe Legolas, el era un muy buen amigo y son cuentas las aventuras que compartimos desde que éramos niños, siguiendo liebres, juntando rocas al borde del arroyo y observando curiosos a los humanos del bajo.

Me sentía un inútil cuando se me negó participar de la guerra, la sangre era para lo que había nacido y defender a mi gente estaba en mis venas. Creí que quedarme era un error, pensé en escapar de todas formas, pero el día que estaba a punto de huir conocí la mirada grisácea de Gilliel y todo cobro sentido de nuevo.

Ella estaba con la mirada irritada, había escuchado al rey discutir y soltó algunas cosas mientras le ayudaba a prepararse para el recibimiento de la elfa.

"-Como se atreve a dar la cara-";"-Es una vergüenza para nosotros y nunca, nisiquiera si lo intentara será jamás un parpadeo de lo que su hermana la reina fue alguna vez-"

Entrando al salón donde todos los generales solían reunirse luego de las cenas, algunos comentarios sobre la repentina decisión del rey se hicieron presentes y un servidor daba pizca tras pizca a las dudas sobre si aquello era oportuno o no, y la dicha no era más ya que todos comenzaban a pensar como yo y concluyeron que una desertora a sus deberes reales jamás sería una reina digna y una líder a la que confiar el futuro del bosque, además de poner en tela de juicio el buen juicio del rey.

Por la mañana habría una junta y fui el encargado de tragar mi veneno para avisar al rey quien respondió confundió y pronto estuvo listo para reunirse con todos los demás. Si todo seguia como en la noche, inclusive la corona estaría en duda y eso era como una ambrosía que casi podía saborear y de solo imaginar que podría volver a tener una chance con Gilliel servía para iluminar mi negro corazón y llenarlo poco a poco de la luz de sus ojos.

- Mi rey... - comenzó el más anciano caminando al rededor del elfo - a pesar de que estaríamos dichosos de celebrar su unión y a la nueva reina... debemos sin embargo protestar en favor de nuestro pueblo y cuestionar... - se detuvo dando una sonrisa sarcástica- si Gilliel es apta para el puesto o no... Considerando las circunstancias -

-¿Circunstancias?- interrogó arrogante el rey

- Por favor Thranduil, esa es una desertora al trono, una elfa que huyó de sus obligaciones y le dió la espalda a sus hermanos, a su gente... Esa clase de actos son propios de plebeyos, pero no de alguien de la realeza... - jamás había gozado tanto algo en la vida.

Mi mente gozaba palabra a palabra y podía ver a pesar de la mirada firme de Thranduil como se delineaba la furia.

- Si aceptamos a una traidora como reina, seríamos el hazme reír de toda la tierra media... -

- No estarán intentando cuestionar una decisión oficial del rey ¿O si? - lo detestaba, pero sabía tomar las riendas en situaciones difíciles y por un momento el general quiso dar un paso atrás ante la dura mirada de Thranduil.

- En realidad es eso lo que estamos haciendo, y esto es un aviso oficial de que en caso de proseguir con su actuar... nos veremos obligados a proceder a como de lugar la dificil situación en la que está poniendo al pueblo... -

- Entonces no hay más que decir, está sesión da final -

Estaba furioso, luego de años sirviendole conocía como era su caminar y estaba obligado a seguirle de un lado a otro aunque por fortuna me libero por el día. El ambiente del palacio parecía cortarse paso a paso y la luz apenas podía iluminar los preocupados rostros del pueblo, una guerra en marcha y además era posible que destituyeran al rey, no eran noticias que pasaran seguido.

Estaba cambiando por los bordes del reino cuando una caravana se acercaba a todo galope, eran emisarios del reino vecino.

- Orcos rezagados... -

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