De nuevo en casa

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A lo largo del camino mis lágrimas cesaron y los elfos que me escoltaban se animaron a hablarme. Después de todo y a pesar del tiempo, yo seguía siendo tía del príncipe y hermana de la difunta reina. Los silvanos comentaban cuanto había cambiado el mundo del bosque desde que partí, juraban que solo recordaría alguna que otra pequeña cosa en las partes más antiguas del palacio. No pude evitar preguntar que opinaban sobre su rey, a lo que muy respetuosos, pero algo sinceros susurraban cuan cascarrabias podía llegar a ser Thranduil, aun así, admitían los grandes logros y lo prospero de los suyos bajo su liderazgo. "A brazo firme y sin titubear", así describían sus métodos para gobernar. Al oírlos no pude evitar soltar una pequeña sonrisa ya que desde pequeños su humor es algo especial (Nunca se sabe cómo puede reaccionar, a veces es bastante testarudo, más de lo que le gustaría admitir a cualquiera. Aunque sé de primera mano que es de las personas más dulces que puede existir en toda la tierra media). Cuando comenzó sus primeros entrenamientos con la espada, (a pesar de que tenía un talento innato para el arte de la guerra) recuerdo su cara de enojo cada vez que fallaba en algún duelo contra los más grandes, lucía tan tierno con el cejo fruncido que no podía evitar sonrojarme al verlo. La charla se desvió hacia todos los temas posibles hasta que finalmente llegamos al bosque y pude ver los estragos en él. Nunca había sentido tal tristeza en el corazón, lo que alguna vez había sido tan verde y frondoso como se pueda imaginar, ahora solo era cenizas de lo que alguna vez fue. Las lágrimas fueron más que inevitables, luego de tantos años en Rivendel la naturaleza se había transformado en algo más que importante en mi vida y todo de lo que alguna vez había disfrutado sobre el bosque es ya un vago recuerdo devastado por la guerra y el tiempo. Siento que los cambios se harán una costumbre en este viaje sin retorno. Poco a poco comenzaba a comprender en mi corazón que quizás no todo sería tan bueno como esperaba, no podía evitar pensar que quizás Thranduil solo me aceptaba de nuevo para ser diplomático. De pronto tenía algo de temor, incertidumbre y duda sobre que podría pasar cuando nos volvamos a ver. Una señora elfa una vez me dijo que los hombres luego de mucho tiempo en un lugar pueden llegar a convertirse en parte del... sinceramente espero que este no sea el caso... simplemente ya no tengo más que decir. El resto del viaje volvió a ser silencioso, uno de los silvanos solamente trato de hablarme y yo solo respondí con una sonrisa.

- La paciencia señora, es la madre de todos los logros artes y ciencias. – dijo el joven elfo.

Al llegar a las grandes puertas del palacio y bajar mis cosas me guiaron en mi nuevo hogar hasta la que sería mi habitación. En verdad las cosas habían cambiado rotundamente, desde la puerta hasta las escaleras, cada rincón estaba diferente, honestamente comenzaba a preguntarme que no ha cambiado aquí. Pronto el camino que estábamos tomando se tornaba extrañamente conocido, nos dirigíamos exactamente hacia mi antigua habitación, para mi sorpresa al abrir las puertas de la misma nada había cambiado, todo estaba como lo recordaba. Habían mantenido y preservado todo lo mejor posible, después de todo me ausente por un largo tiempo en verdad. Varias siervas se ofrecieron a ayudarme a ordenar, pero por mi parte solo quería familiarizarme sola y descansar un poco, en la noche habría una pequeña cena en mi honor, aunque lo que en verdad quiero es ver a Thranduil... Comencé a ordenar mis vestidos, joyas y algunas cosas más, en tanto pude notar que los muebles habían sido conservados de forma exquisita, no había ni un escarabajo o mancha de suciedad, todo era tan o más blanco de lo que recordaba. Mi cama tenía sabanas y cobertores nuevos, de seguro las polillas hicieron lo suyo con los originales, pero estos lucían bastante parecidos a los antiguos, incluso más bonitos. Una sierva entro al cuarto junto con algunos refrigerios, ya era poco más tarde del mediodía y debía descansar para la cena, tomé un poco de agua, comí un poco de pan y me fui a descansar. Después de intentar dormir sin éxito, alguien abrió la puerta de la habitación a mis espaldas, con un caminar firme y decidido. Creo que imagina que estoy dormida, pues se sentó en la punta de mi cama y comenzó a susurrar.

- Aún mantiene su perfume... - mencionó una vos familiar pero antes de que pudiera darme vuelta ya se había ido.

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