Un reencuentro turbulento

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Luego del anónimo visitante en mi cama, no pude volver a descansar, pose mi cara hacía la ventana y simplemente observe el paisaje. Él tiempo paso y el sol comenzó a ocultarse, mientras tanto los búhos comenzaban a climatizar la atmósfera que poco a poco se teñía desde el color cobre hasta él azul más bello y profundo. A pesar de que el bosque había cambiado, la magia seguía intacta. Debía prepararme para la celebración de esta noche, aunque afortunadamente el viaje no fue ajetreado, tenía que cepillarme el cabello y cambiar mi vestido.

- ¿Esta lista señora? – Irrumpió una sierva.

- No aún, pero ¿podrías ayudarme con mi cabello? – Respondí

- Si señora, con gusto –

Ambas peinamos mi cabello con rapidez, de hecho, no estaba tan enredado como pensaba. La joven Silvana traía consigo mi antigua tiara, armo dos pequeñas trenzas uniéndolas entre sí dejando el resto del cabello suelto y colocó cuidadosamente la misma. Estaba algo indecisa sobre que vestido usar, pero finalmente elegí uno azul de terciopelo que me había regalado Arwen. Ambas salimos de la habitación con dirección al gran trono de Thranduil donde varios elfos esperaban en filas. No puedo negar que siento un poco de emoción, pero en verdad me hubiera gustado vernos primero en privado. La exquisita música de las flautas y el arpa adornaban la tenue atmósfera. A diferencia de los elfos de Rivendell, nosotros somos algo más reservados referido a las fiestas y a las celebraciones, aunque eso no significa que no tengamos festividades. Todos los silvanos se encontraban a cada lado del camino al trono guiando el camino, y al final de la escalinata estaba el... con su cetro y mirada firme. Con mucha delicadeza caminé despacio con dirección a Thranduil, cada paso se sentía como si una cuerda estuviera sobre mí y a cada movimiento esta se hiciera más ajustada pero debía soportarlo con una sonrisa. Finalmente, al llegar al final de la escalinata pude contemplar su tremenda presencia y lo saludé con una leve reverencia.

- Bienvenida nuevamente a tu hogar Gilliel – Mencionó con una mirada seria pero amable mientras bajaba de su trono. – Hoy te doy la bienvenida a ti, que regresas a tus orígenes y a tu casa, con tu familia... - continuó – por eso ahora, doy inicio a este banquete en nombre de tu regreso y te deseo desde mi más humilde lugar, que puedas adaptarte y recuperar tu lugar con nosotros... los tuyos-

Por alguna razón sentía que las cosas no estaban del todo bien, pero preferí mantener la calma e ignorar mis pensamientos.

- Y yo mi rey, te agradezco a ti y a todos los tuyos. Hoy a pesar del tiempo, los años y las eras, vuelvo a sentir el mismo regocijo que sentí el día en que partí. Sin más que decir, les agradezco a todos por tal recibimiento para una humilde Sindar como yo. - Así el rey dio la orden y el banquete comenzó.

Grandes mesas había sido colocadas dentro de uno de los salones más grandes del palacio; Todas repletas de diferentes platillos y algunos de los vinos más finos que yo haya probado alguna vez. Todos eran muy amables conmigo, desde los más jóvenes hasta los más grandes me saludaron con un respeto digno de reina. Como debía ser, mi asiento estaba junto al rey y los eruditos de confianza del mismo. Mucho sería decir que Thranduil no me dirigió palabra alguna durante la cena, ya que simplemente me ignoró con diplomacia. En este momento de verdad siento que las cosas no estan bien, por lo tanto, solo me quedaba seguir la corriente y mantenerme amable. La cena terminó con total éxito, todos comenzaron poco a poco retirarse, algunos de mejillas rojas y otros con cierto notorio cansancio. Cuando el rey se levantó de la mesa trate de hablar con él, pero nuevamente me ignoró. Comenzaba a frustrarme sobre que debía hacer, pero no podía evitar sentir que necesitaba hablar con él, y a pesar de todo no iba a rendirme y perder la compostura. Me levanté de la silla y cuando me dirigía a mi habitación vi a lo lejos la silueta de Thranduil. Con cuidado de no alertar a algunos de los elfos que estaban a mi alrededor, comencé a caminar como si simplemente estuviera recorriendo el castillo en tanto de reojo observaba su trayecto hasta que finalmente ingreso por una gran puerta. Afortunadamente él estaba solo al  ingresar. Aceleré un poco el paso aunque no estaba demasiado lejos, al llegar me detuve en frente a la puerta por un minuto y me hable a mí misma sobre si sería lo correcto ser tan impertinente a apenas horas de haber llegado. Ya estaba aquí, estaba a solo una puerta de distancia después de haber pasado una eternidad estando al otro lado de la tierra media. Luego de tomar un poco de coraje abrí la puerta con cuidado y allí pude verlo con su mirada algo sorprendida observándome sin mucho entusiasmo.

- ¿Qué haces aquí? – Preguntó el gran elfo.

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