IV.- El brazo

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IV.-
El brazo 

Wei WuXian finalmente volvió al pequeño patio que le pertenecía a Mo XuanYu. Ignoró el pestillo roto y el desorden en el suelo, eligiendo un lugar relativamente limpio y se sentó en posición de loto.

Quería tomarse un tiempo para meditar sobre sus amados esposo e hijo.

Sin embargo, antes de que la luz del día pudiera asomarse, fue sacado de su meditación por un ruido que provenía de las afueras. Una serie de pasos caóticos se aproximaba velozmente seguidos de llantos y gritos. Wei WuXian logró captar algunas frases que se repetían:

—¡Metanse ahí y tráiganlo!

—¡Notifiquen a los oficiales!

—¿Qué quieres decir con 'notificar a los oficiales'? ¡Golpéalo hasta la muerte!

Abrió los ojos y vio cómo unos pocos sirvientes ya habían entrado.

Todo el patio estaba iluminado con fuego. Alguien exclamó desde algún lugar.

— ¡Traigan al demente asesino al Salón central y háganlo pagar por esto con su vida!

El primer pensamiento que le vino a la cabeza a Wei WuXian, fue que algo en la formación de las banderas que pusieron los chicos salió mal. Sus invenciones tenían que ser utilizadas con extremo cuidado, si no, el desastre sería inminente. Es por eso mismo que había inspeccionado las banderas, para ver si algo estaba mal en los diseños que habían sido dibujados.

Wei WuXian enderezó su cuerpo para permitir que las manos de los sirvientes se lo llevaran más fácilmente, ya que así no tendría que preocuparse de caminar por sí mismo. El salón del este estaba repleto de gente. Estaba casi tan lleno como hace unas horas atrás, cuando estaba ocupado por los aldeanos de la Villa Mo; sólo que ahora todos los sirvientes estaban presentes. Algunos de ellos todavía estaban en sus ropas de dormir y no habían tenido tiempo para si quiera darse una cepillada al cabello. No obstante, había algo que todos los presentes sí compartían: llevaban en el rostro una expresión aterrada. La señora Mo se hallaba desplomada en su silla, como si recién se hubiera despertado de un desmayo. Las marcas que dejan tras de sí las lágrimas podían verse sobre sus mejillas y unas lágrimas todavía permanecían aferradas a sus ojos. Sin embargo, una vez que fue traído a la fuerza al lugar, su expresión llena de aflicción se convirtió inmediatamente en una llena de odio.

Un objeto con forma humana yacía en el suelo. Cubierto por una tela blanca, solo se asomaba una cabeza. Tanto SiZhui como los demás jóvenes estaban agachados examinando la situación; hablaban en voz baja entre ellos con una expresión abrumada. La conversación se coló a sus oídos.

—¿Han pasado menos de tres minutos desde que descubrieron el cuerpo?

—Después de haber controlado al cadáver caminante, avanzamos con prisa desde el patio oeste hasta el este. Ahí fue cuando encontramos el cuerpo en el pasillo.

La cosa con forma humana era, aparentemente, Mo ZiYuan. Wei WuXian le echó un vistazo rápido, pero no pudo evitar volver a fijar su vista en él una vez más. Solo en algunas partes el cadáver lucía como Mo ZiYuan. En otras, parecía alguien totalmente diferente. Y si bien los rasgos claramente eran los de su molesto primo, estos estaban alterados: los pómulos estaban profundamente hundidos, los ojos hinchados y la piel arrugada. Lucía como si la sangre y la carne de su cuerpo hubiesen sido succionadas, transformándolo así en simple esqueleto con una delgada capa de piel encima. Si antes de esto Mo ZiYuan ya era poco agraciado, ahora su cadáver lucía, además, años mayor.

Mientras que escrutaba el cadáver, de imprevisto, la señora Mo se apresuró hasta él empuñando una reluciente daga. Siendo muy veloz en su actuar, SiZhui en un pestañeo hizo volar la daga de sus manos. Pero, antes de que tuviera la oportunidad de hablar, la señora Mo le gritó:

El dolor del jade y el loto rojo [Mo Dao Zu Shi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora