Capítulo 11

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No importa lo mucho que se quejara, nadie parecía dispuesto a contradecir el hecho de que compartiría habitación con Yelena. Kate se sentía traicionada, no podía creer que su madre le haya hecho semejante cosa insensible.

Por eso se encontraba maldiciendo a Yelena, a su mamá y a todos los que estaban en el autobús. A su lado no había nadie debido a que todo ser humano que haya intentado sentarse a su lado, lo había matado con su mirada de todas las maneras posibles.

¿Campo? ¿Cero internet? ¿Desconocidos? ¿Abstinencia sexual? Bien, eso se sentía como el infierno, y si lograba salir viva sin llamar a su madre por urgencia, sería un milagro.

La verdadera historia es que Yelena no había conseguido tener a Kate como compañera, o al menos eso decía ella. Kate no le creyó nada porque al fin de cuentas, ella había escuchado con sus propios oídos cuando la rubia le dijo a su madre que haría todo lo posible. Pero al inicio de ese día el director le comentó que su madre había ido al instituto para dejarla bajo la supervivencia de Yelena Belova.

¿Cuántos años se cree que tenía? No hacía más que aumentar su rencor hacia la enana.

Al llegar al campamento dió un suspiro de cansancio. Si bien el lugar se veía más acogedor de lo que imaginó, eso no bastaba.

Por parte de Yelena, ésta no hizo mas que llamar a Kate y empezar a caminar hacia una de las cabañas. Se suponía que la habitación se compartía de a 3, pero Eleanor fue tan exagerada que ya nadie quiso poner a otra persona con ellos. No estaba feliz de tener que lidiar con una amargada Kate, pero tampoco podía fallar a la madre de ésta, no quería quedar mal.

-¿Por qué esto está tan sucio? - fue lo primero que preguntó Kate al dar un paso dentro de esa cabaña.

Yelena exploró con la mirada el lugar. Era pequeño, estaba muy sucio, las telarañas yacían en el techo y el piso de madera estaba lleno de hojas. Sumado a que las camas estaban viejas y no parecían muy cómodas.

-Porque nosotras debemos limpiarlo. - contestó simple.

Vió a Kate adentrarse más en el lugar, cargando su maleta sobre el viejo colchón.

-Bien, que tengas suerte. Nos vemos luego enana.

Y planeó irse fácilmente por la puerta. Yelena quedó indignada. No le enojaba tener que limpiar, no podría estar en esa habitación sucia por más tiempo pero ¿Kate creía que ella era tan tonta como para hacerlo todo sola?

-¿A dónde crees que vas?

-No te interesa.

Yelena rodó los ojos.

-La verdad no. Pero de aquí no te vas hasta que hayas terminado de limpiar tu parte.

Entonces Kate rió.

-¿Qué te hace creer que lo haré?

-Si no quieres que le vaya con el cuento a tu madre, será mejor que cooperes. -comentó Yelena inocente, dando una sonrisa cínica.

Oyó a Kate insultarla por lo bajo pero prefirió quedarse callada. Se estaba acostumbrando a ese trato desagradable.

Empezaron por sacar las telarañas, fue realmente horrible para Yelena porque tenía miedo de que saliese una araña de algún rincón. Kate no hacía más que reírse de ella. Luego pasaron a limpiar un poco las paredes, quitaron el polvo de los pocos muebles que habían, Yelena barrió y Kate le sacó la tierra a los colchones. Extrañamente hacían sus tareas sin hablarse, ni siquiera para destruirse verbalmente.

Terminaron en dos horas pero para Yelena valió la pena. Todo había quedado limpio y ahora el lugar se veía más acogedor. Kate no hizo mas que sacarse la camiseta empapada, ambas estaban sudando.

Yelena trató de mirar hacia algún otro lugar de la habitación, para su suerte la pelinegra estaba usando un sujetador deportivo lo cual no dejaba ver sus pechos.

-Quiero darme una ducha. - anunció cansada la más alta.

Yelena carraspeó su garganta nerviosa e intentó aparentar que nada pasaba.

-No sale agua caliente, y trata de no ocupar tanta.

-No necesito agua caliente, enana.

"Tú estás caliente" pensó. Aunque obviamente no lo dijo.

-Seca luego el baño, no lo dejes sucio. - agregó.

Kate la ignoró y buscó en su maleta ropa de repuesto. La rubia siguió observando su cuerpo curvilíneo, adornado por las perlas de sudor. La verdad era que sus hombros pequeños y su cintura delgada, bajando por un lindo trasero y unos muslos atractivos y gruesos. Quedó embobada con sus brazos. Con cada movimiento que Kate hacía, sus músculos se movían al compás.

Yelena se sentó en la cama y se dió cuenta de lo mojada que estaba.

-No me espies, bichito - y con eso la ojiazul se encerró en el baño, inconsciente de lo que pasaba en el interior de la rubia.

A Yelena no le llevó ni cinco minutos llegar a un placentero orgasmo silencioso, frotándose delicadamente con la almohada.

Comenzó a creer que debía hacer algo urgente para bajar sus hormonas.

Quizás Bruce estaría dispuesto a ayudarla.

Paciencia; Kate & Yelena. [ACTUALIZACIONES LENTAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora