Capítulo 8

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El sol se colaba por las cortinas de aquel salón silencioso, la única voz que se oía era al profesor de matemáticas explicando cosas que a nadie le interesaba. Iba de un lado a otro vigilando que sus alumnos le presten atención.

Por eso Kate siempre se sentaba al fondo, allí nunca la miraban. Podría hundir su rostro en el banco y nadie sabría que estaría durmiendo.

Estaba tan relajada, tan serena. Pero de repente tanta tranquilidad le aburría.

Ya habían pasado dos semanas desde que la pulga mandona se había encargado de ignorarla perfectamente, justo como ella quería. Lo raro era que ni siquiera hacían contacto visual, la rubia bajaba la mirada en todo momento y Kate no entendía el por qué.

Le encantaba que la respetara, pero empezó a sospechar que quizás se había pasado de la línea y la chica ahora estuviera aterrada con ella, y eso ya no era lindo.

De todos modos no le prestó tanta atención, pensó que quizá ya se había resignado con ella y que también quizá ya tenía una nueva víctima la cual molestar con su voz aniñada.

Miró disimuladamente a Yelena, ésta estaba mirando hacia el frente prestando atención, lo que ella debería de estar haciendo de hecho. Kate de repente no entendió la forma de ser de la rubia, era tan molesta y ahora no entendía por qué. La chica ya la había dejado de molestar ¿cierto?

Su móvil vibrando le hizo razonar y apartar la mirada. Antes de abrir el mensaje pudo ver que se trataba de Carol. La chica le estaba cayendo bien, quizás su forma espectacular de hacer sexo oral era la causa.

*Quieres volver a venir a casa esta noche? Estaré sola, cariño.*

Uhm.

Se acomodó la corbata acalorada y guardo el móvil sin responder.

Ella era así, le gustaba el sexo casual y relaciones para nada comprometidas. Su madre le rogaba para que le presentara a alguien pero eso sería demasiado arriesgado, por la simple razón que vivía cambiando a las personas con las que compartía revolcones.

Le gustaba ser así y nadie la cambiaría.

•••

Para Yelena se había vuelto costumbre ver a la pelinegra lanzando miradas coquetas a sus amoríos en el instituto. Siempre la miraba desde un rincón sin que la otra se diera cuenta. Pudo ver que se había comenzado a juntar con Maria Hill y los de su grupo, algo le hizo pensar que encajaba perfectamente.

A lo que no se había podido acostumbrar era el impacto que tenía Kate sobre su cuerpo, no podía evitar ahogar jadeos en su almohada cada noche a causa de eso. Lograba encender cada espacio que ella creyó muerto, y la vergüenza seguía intacta.

Por eso mismo no se atrevía a mirarla a los ojos, estaba segura que se pondría roja hasta las orejas y lo último que quería era mostrar debilidad.

No quería demostrar que esa pelinegra idiota comenzaba a dominar su frágil cuerpo.

Paciencia; Kate & Yelena. [ACTUALIZACIONES LENTAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora