Capítulo 13

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Lo que Kate veía no se lo terminaba de creer. Pero claro, solo Yelena Belova era capaz de tirar una buena pizza y preferir quedarse con hambre. De verdad que no existía otro ser tan tonto como esa chica.

Hacía una hora que había abandonado el comedor, y ahora los profesores los estaban ordenando para ir a conocer un rato los alrededores, así que Kate como todo un buena compañera fue a buscar a Yelena.

Bueno, en realidad solo iba por su mochila.

Pero le sorprendió ver a Yelena acostada y tapada con una manta que al parecer ella misma se había traído. Estaba mirando al techo y tenía lágrimas alrededor de sus ojos. Y estaba muy pálida.

Kate se sintió culpable.

-¿Qué haces allí parada mirándome? - preguntó la rubia sin mirarla.

-Tenemos que ir afuera, nos llevarán a caminar y advirtieron que pondrán inasistencia doble si no vamos. No es como si me importara que vayas, ya sabes, pero luego no quiero que andes de chismosa diciendo que no te avisé.

La pelinegra tomó su mochila y se la colgó al hombro, y estaba dispuesta a salir pero la voz de Yelena la retuvo.

-Podrías... ¿Podrías traerme algo de comer? -preguntó con la voz rota.

Kate estuvo dispuesta a asentir y a ir rápido a la cocina para buscarle algo. Pero recordó que ella no era así.

Si tenía hambre era su jodido problema. Y si le ponían faltas y se quedaba sola, también era su problema, no el suyo.

-¿Me ves la cara de sirvienta? Levántate tú.

Y dicho eso se fue con el grupo grande de alumnos, dejando atrás aquella pequeña cabaña.

Ella no le tenía lastima a nadie, y eso tampoco cambiaría.

Yelena se secó las lágrimas antes de tratar de levantarse de aquella cama. Hace cuatro horas que Kate se había ido, y aún no volvía. De hecho no escuchaba los murmullos a su alrededor, quizá era la única que se había quedado.

Se puso en pie, sintiendo el mareo en su cuerpo. Fue a la cocina y buscó cualquier cosa que fuese comestible. Lo escondió dentro de su remera y volvió a la cabaña.

Pudo rescatar unas barras de chocolate, un hot dog y un jugo de naranja. Comió todo en silencio, disfrutando de lo rico de aquella salchicha repleta de salsas. Se lamió los labios al terminar todo, tiró el envase del jugo y volvió a su cama, esta vez más feliz.

Mañana le inventaría a sus profesores que estaba muy enferma como para salir de la habitación, era una mentira pero valía la pena.

Se dispuso a darse una ducha, se quitó sus prendas algo incómoda por lo pequeño que era el lugar y se metió a la regadera. El agua estaba fría, eso le relajó.

Aunque sabía que estaba mal comer esas porquerías, era raro sentirse plenamente llena. Era seguro que luego se sentiría culpable cuando se mire al espejo, pero que más daba, no tenía a quién impresionar con su físico y si se convertía en una bola de grasa que rodaba a nadie le importaría.

Kate había llegado a la cabaña toda sudada y cansada, se tiró en la cama luego de ver qué Yelena no estaba en la suya. Oyó el agua correr pero no le tomó importancia.

Muy cansada y todo, pero eso no significaba que no tenía ganas de hacer maldades. Así que cuando escuchó que Yelena apagó el motor del agua, se escondió a lado de un viejo armario, para de ese modo asustar a la enana luego.

"Va a llorar como bebé" pensaba con diversión.

Yelena siendo inconsciente de lo que pasaba a su alrededor, salió del baño cubriéndose con una toalla. Tomó su ropa interior negra que había dejado sobre su cama y se la puso lentamente, sintiendo su cuerpo cansado y adolorido.

Por otro lado estaba la pelinegra, tragando saliva fuertemente.

Como que en aquella habitación estaba haciendo mucha calor ¿No?

Yelena no era para nada su tipo, para nada. Entonces ¿por qué mierda estaba tan mojada al verla desnuda? Su cuerpo reaccionó por sí solo y la humedad en su sexo le aseguraba que le gustaba mucho lo que estaban viendo sus ojos.

La piel de Yelena era como porcelana, se veía suave, blanca, lisa y sin imperfecciones. Su cintura era angosta y sus muslos estaban bien ejercitados. Oh claro, como dejar de lado aquel grandioso trasero. Porque, vamos, no era algo que se veía todos los días.

Yelena estaba de espaldas, pero si se giraba a verla estaría muerta.

Kate se imaginó follar a aquella muchacha mientras tiraba de ese cabello rubio y sedoso, quizás le susurraría cosas al oído solo para ver su reacción.

A Kate le encantó aquel cuerpo. Pero seguía odiando a Yelena, ¿Era posible? Claro que sí.

Yelena salió del lugar y la pelinegra se relajó al no ser descubierta.

Estaba empapada. Se tocó levemente solo para comprobar lo caliente que estaba. Pero no pensaba masturbarse, ella no hacía eso.

Se quedó un rato tratando de pensar cosas feas, sin embargo lo único que se le venía a la mente era aquel gran trasero. Y dios, como quería follar con ella.

"Solo una follada, solo una y me basta" decía en su mente, tratando de convencerse.

Se encerró en el baño y comenzó a tocarse. Ahora no le cabía duda de lo zorra que era la rubia. Pero no le importaba, siempre y cuando la dejara follarsela al menos una vez.

Llegó a un orgasmo que no le dejó para nada satisfecha, apenas y lo había sentido, quizás porque no estaba acostumbrada a la masturbación. No era nada comparado a tener sexo, eso sí era exquisito, aunque más con alguien con un cuerpo como el de Yelena, con eso sí que sentiría placer.

Kate comenzó a pensar en qué debía hacer para tener una noche a solas con esa linda y odiosa enana.

Porque pensaba dejarla con un gran dolor de piernas...

Paciencia; Kate & Yelena. [ACTUALIZACIONES LENTAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora