Capítulo 19

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El agua hervía, así como la sangre en mis venas. Tan caliente como los labios de Naya sobre los míos y su escurridiza lengua en mi boca.  

Abrumado por la intensidad del ambiente y la pesadez del aire ajeno en mis pulmones, por propia voluntad me despegué del objeto de mi deseo. Inexplicablemente entré en pánico por un segundo, todas las alarmas de mi cabeza se encendieron en vociferantes chirridos, debía parar antes de que fuera demasiado tarde para retroceder.  

Las burbujas saltaban inquietas empujándose entre ellas, intentando desesperadamente salir disparadas del jarro de metal. Mientras el vapor formaba cúmulos misteriosos que se elevaban hasta el techo, las cálidas vibras del fuego se acercaban lentamente a mi dedo meñique, no pude advertirlo a tiempo por que estaba perdidamente hipnotizado por los ojos de naya y las dulces palabras que me susurraba. Fue entonces que el dolor punzante me arrancó un grito de lo más aterrador. Naya observó la herida asustado, guíe mi mano hasta la bacha y la puse bajó el agua. Por suerte solo le había quemado un poco el meñique, nada a lo que no estuviera acostumbrado.  

— tranquilo, no es nada.  

Lo apacigué antes de darle un beso, más para recompensarme que para calmarlo a él. Me dirigí naturalmente a un cajón de la cocina y apliqué el ungüento para quemaduras. Naya veía mi proceder intrigado.  

— ¿Esto te pasa seguido?  

Dijo mientras contemplaba el cajón lleno de ungüentos, vendas y demás cosas tan útiles para tratar heridas urgentes. Entonces miré mis manos con atención, no tanto cada herida ganada a través de los años, siempre estuvieron ahí pero nunca las había notado. Quemaduras, rasguños y cortes. Muchas habían desaparecido con el tiempo pero otras se quedaron indefinidamente en cicatrices. Como una mancha blanca que ocupaba una buena parte del dorso de la mano derecha, producto de un accidente con aceite hirviente.  

— supongo que cuando te gusta cocinar te tenés que preparar si o si para accidentes, no importa que tanta experiencia tengas, ni siquiera mí mamá se salva de ese cajón.  

Naya se rió un poco y acarició mi mano gentilmente antes de interrogarme otra vez.

— ¿Tu mamá te enseñó?  

Me gustaba que Naya estuviera curioso por mí, que quisiera saber más... Tal vez mi madre no era el mejor tema.  

— si, no, bueno... a su manera. Cuando me portaba mal ella solía sentarme sobre la mesada y cocinaba al lado mío, si me movía aunque sea un centímetro, ella me amenazaba con el cuchillo para carne — Dejé de atender mi mano y ví una expresión sorprendida en el rostro de Naya, solo reí un poco y volví a cortar tomates para sumar a la salsa, me parecía poca cantidad — si, todo lo que podía hacer hasta que me liberaran era verla cocinar, asique supongo que no me quedó otra opción más que aprender.  

Estaba tan distraído cortando que hablé más de la cuenta. Naya parecía visiblemente sorprendido.  

— Eso sí que es el método espartano.  

Una apreciación muy correcta, mi madre es una persona muy especial.  

— Así es ella, intensa... y un poco loca.  

Naya negó con las manos y se apresuró a corregirse.  

— Me gusta tu mamá, es todo un personaje y tu papá se ve muy sereno pero creo que es igual de enérgico que ella ¿no? se nota que son muy unidos.  

La última frase me borró la sonrisa de los labios y me concentré en cortar.  

— unidos... si, son muy unidos entre ellos, casi como adolescentes enamorados.  

Hambre De Ti (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora