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Edward, que de por sí debe soportar el dolor que le ha producido una pesadilla de su padre, se encuentra en una conversación iniciada por accidente con el pingüino, con quién tuvo una relación hace muchos años y cuyos rastros volverán a aflorar de manera sutil.
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Si de por sí las silenciosas estancias en Arkham ya le dejaban a Edward con unos sentimientos profundamente deprimentes y mustios, la cosa sólo empeoró cuando se levantó después de cierta pesadilla.
No era nada nuevo, al menos eso parecía al principio. Escuchaba constantemente a su padre gritándole; diciéndole que era una decepción por haber hecho trampas, para después proceder a inundarle de golpes mientras le decía que era un tramposo, dejándolo totalmente a merced del dolor tanto físico como emocional. Sin embargo, cuando todo parecía terminar, Edward echaba una fugaz mirada hacia su padre. Sólo que esta vez no lo visualizaba a él; Batman se encontraba ahora delante suya y le observaba de forma tenebrosa entre la oscuridad.
Se despertó cuando la figura del murciélago se dispuso a abalanzar sobre él, con sudor y temiendo por su vida. Aquello le había dejado con un malestar terrible e incluso en la hora de la comida el sentimiento no había desaparecido en lo más mínimo. Tenía la comida delante suya y sentía que su estómago seguía dando vueltas, viéndose incapaz de alejarse del mal sabor de boca que su pesadilla le había dejado.
