Edward suele asistir al Iceberg Loungue cuando sale mal parado de una pelea.
—¿Qué está pasando? —preguntó furioso el pingüino, quién abrió la puerta de su habitación con un portazo debido al sonido de afuera de sus guardias.—Señor, le hemos dicho que no se puede pasar sin autorización pero se niega a hacernos caso.
—¿Quién?
—El acertijo, señor.
Edward pasó entre los grandullones que le dejaron paso cuando Oswald empezó a regañarles, amenazarles y decirles "Ya hablaremos después" mientras cerraba la puerta de su habitación detrás suya una vez el Acertijo entró.
Oswald observó cómo Nygma perdía la compostura cuando entraba a su cuarto e instantáneamente reconoció aquél movimiento, pues significaba que se había metido en peleas y su cuerpo no había salido bien parado. Edward sabía esconder su dolor preocupadamente bien, pero le hacía sentirse tranquilo al pingüino que no intentara finjir delante suya.
—¿Ha sido el murciélago? —preguntó Cobblepot, insinuando que aquél susodicho le había dejado así.
—No, catwoman. La gata.
—Selina… ¿Por qué?
—Porque estuve mirando los archivos de un familiar suyo y se ha enfadado, creo que se pensaba que iba detrás de ella —dedució mientras se sentaba en la cama de Oswald, que era gigantesca, mientras salía a la luz un sonido de alivio por estar descansando en una superficie suave por fin—. Por favor, tráeme lo de siempre —pidió como si hubiera ido a un restaurante.
Oswald fue a por taquilla de primeros auxilios de su baño y sacó, entre otras cosas, tiritas cicatricantes, vaselina, desinfectante yodado y limpiador antibacteriano entre otros, y los colocó al lado de Edward en una bandeja de plata.
—Gracias —le dijo Nygma. Una palabra que escucha irremediablemente poco de él.
La habitación siguió en silencio; Nygma se deshizo de su chaqueta, los tiradores de sus hombros y posteriormente, la camisa con pequeñas manchas de sangre para empezar a limpiar las heridas de su torso y desinfectarlas con cuidado, sin mostrar ningún tipo de respuesta cuando aplicaba el alcohol en ellas por mucho que pareciera escocer.
Oswald estaba en el otro lado de la habitación, continuando lo que estaba haciendo antes de que Nygma viniera, que era organizar las tareas del iceberg loungue y las acciones ilegales que ocurrían dentro de él.
—Ey, Oswald —le llamó el Acertijo, con un bajo tono de voz— ¿Te importaría echarme vaselina en la espalda?
Cobblepot dio la vuelta hacia atrás para mirar cómo le ofrecía el bote mientras le miraba, se aproximó a su lado, dejando lo que estaba haciendo antes, y Edward dio la vuelta para que su compañero pudiera aplicársela de manera adecuada y cómoda.
El pingüino echó un vistazo primero y observó las marcas rojas de la espalda de Edward, que eran por lo menos, preocupantes. Líneas onduladas y gruesas que habían conseguido atravesar el caro material del que estaba hecha la chaqueta de Edward, probablemente nacidas a partir del tacto agresivo del látigo de Selina en su encuentro.
Sin embargo, Oswald sólo notaba que su cuerpo se agitaba de forma mínima cuando empezó a recorrer su piel con el mejunje que le había otorgado, recogiéndolo con sus dedos.
—¿Estás seguro de que no te duele, Eddie?
—Estoy acostumbrado. —respondió sin más.
Cobblepot siguió recorriendo su espalda con la vaselina mientras pensaba en aquellas palabras de Edward en silencio.
—Ya está. —terminó mientras el Acertijo se daba la vuelta de nuevo y le miraba a los ojos.
Hubo un pequeño momento entre los dos en el cuál se miraron a las pupilas del otro con una expresión calmada hasta que Edward lo rompió de forma delicada, acercando su rostro al de Oswald con lentitud, hasta finalmente acercarse a su boca.
—Te quiero, Ozzie —susurró Nygma mientras plantaba un pequeño y dulce beso en los labios de Cobblepot, con éste recibiéndole abiertamente.
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Historias de los Suburbios de Gotham
FanficRecopilación de drabbles y one-shots de la galería de villanos de Batman