Capítulo 10.

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La vibración de las cuerdas de la guitarra siempre me resultaron magnéticas, más aún cuando pude ser capaz de tocar una canción entera y fui capaz de grabar la manera en la que el sonido distorsiona la realidad. Un chico toca un poco alejado de nosotros, es la última noche que pasamos aquí, por lo que nos hemos propuesto disfrutarla de la mejor manera posible.

Como no puede ser de otra manera, estamos en otro punto de la isla, puestos para ver el atardecer, esta vez en el lugar más habitual, el puente de piedra de las islas. De cara a nosotros, el océano, a nuestras espaldas, la playa más bonita del mundo.

— ¿Habéis aprovechado estos días de desconexión? — Nuria pregunta, los futbolistas asienten mirándose entre ellos.

Aparto mi mirada de ellos para observar el mar, no podría vivir en algún sitio lejos de esto. Un par de aletas se divisan en el centro del océano, abro los ojos y pego un grito de emoción.

— ¡Arroaces! — llamo la atención de mi grupo, señalo hacia el lugar donde veo el grupo de aletas por delante de la isla.

Uno de los cetáceos salta, alguien aplaude aquí cerca. Soy incapaz de apartar mi mirada de ellos con emoción, hacía demasiado tiempo que no los veía. Me inundan las ganas de llorar, supongo que es la melancolía que siento de mi hogar aún estando en él. No me había dado cuenta de lo mucho que echaba de menos Galicia hasta que pasan estas pequeñas cosas que son únicas aquí.

— ¿Te encuentras bien? — la voz de Ansu llama mi atención, asiento manteniendo mi sonrisa— Es que estás llorando, Bels — llevo la mano a mi mejilla y noto la humedad de una lágrima, que viene seguidas por otras inconscientemente—. Pero... Bels... — el catalán me agarra de los hombros para abrazarme, pero el llanto no para ni así.

— ¿Qué pasa? — el susurro del andaluz a mi lado no impide que siga llorando, no obtiene respuesta.

— Bels — Nuria habla delante mía, a espaldas de Ansu—, ¿qué pasa, mi amor? — ella me agarra la cabeza con ambas manos, echando hacia atrás mi pelo.

No me siento capaz de hablar, en mi cabeza empieza a sonar una canción. Intento contar de diez hacia atrás para mantener mi respiración constante. Le doy un par de toques a Ansu en la espalda para que me suelte, hace lo que le digo y me mira con preocupación.

— Estoy bien — paso mis ojos por cada uno de ellos—, estoy bien.

Me limpio las lágrimas, me siento al borde del puente con el corazón batiendo con fuerza. Inspiro profundamente, el olor del mar en mi.

— Bels, ¿qué pasa? — Nuria susurra mientras se sienta a mi lado, recuesto mi cabeza contra ella y suspiro— ¿Es porque se acaba esto o...?

— Es por todo, Nu— ella acaricia mi brazo—. Todo.

— Entiendo.

Nunca nos hicieron falta demasiadas palabras, a nosotras no. Siempre fuimos capaces de entendernos con un par de miradas o gestos, ambas comprendemos la sensación de ser una pequeña tortuga que se queda atrás en ciertos momentos, y por eso mismo nos compenetramos tan bien.

En cuanto el sol se esconde, volvemos en silencio hacia las tiendas de campaña. Queda poca comida, en realidad, pero la suficiente para que nos alimentemos esta noche. Cenamos compartiendo alguna que otra historia graciosa, la mayoría de los chicos en algún partido.

— Tiene que ser bonito tener una familia así, en tu trabajo — Hugo habla con una sonrisa—, ¿cómo lleváis el que alguno se vaya a otros equipos?

— Es complicado — es Eric quien habla—, yo por ejemplo estuve en la Masía y después me ficharon en el City. Para quién se va es difícil, porque es dejar atrás la familia que tienes.

Firefly · Nico GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora