Capítulo 27.

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Bajo las escaleras de metal con cuidado, agarrándome a la barandilla por si acaso. Antes de llegar al último escalón me fijo en la manera en la que se encuentra la otra parte de mi actuación, cerrándome el paso con una sonrisa. Me aplauden nada más me paro frente a ellos.

— Chicos, no os he dicho nada— me subo un escalón para verlos a todos—. Pero sois parte de mi familia, habéis estado a mi lado durante cuatro meses y algo, dónde no todo ha sido bonito, pero por lo menos hemos coincidido — dejo los tacones en el escalón y les aplaudo a ellos, Diego llega a mi lado—. Habéis hecho el mejor pase que me podía haber imaginado nunca, ha sido mágico, enhorabuena — les aplaudo, Diego a mi lado hace lo mismo y ellos replican igual, sonrío.

Abrazo uno por uno antes de encaminarme a la sala donde están mis cosas, camino metida en mi mundo, jugando con los tacones en una mano. Abro la puerta y cierro a mis espaldas sin pensar, es inevitable que no rompa a llorar en ese momento. Me dejo caer con la espalda apoyada en la puerta de metal y agarro mis rodillas desnudas por habérseme subido el vestido, apoyo mi frente en ellas.

Noto una mano en mi cabeza casi al momento en el que mi sollozo se vuelve más intenso, encuentro los ojos de Víctor frente a mi, su sonrisa comprensible me ensancha el corazón. Paso mis manos por su cuello y lo abrazo cómo cuando era pequeña y me despertaba llorando de las pesadillas.

— Hija mía — escucho su voz pausada, calmándome, me agarra la cabeza cómo si me fuera a hacer daño—, perdón por no haber estado ahí — susurra, me sostiene de las mejillas y las limpia con los pulgares—, perdóname — asiento con el labio inferior temblando, Manuel me mira desde atrás con una sonrisa de orgullo.

Me levanto del suelo y voy hacia él, casi me tiro sobre su cuerpo, me rodea la cintura y me aprieta contra él. Al igual que siempre, acaricia mi espalda de esa manera en la que sólo él sabe hacer sentir tan familiar. Escucho su respiración calmada mientras me abraza, nunca hicieron falta las palabras entre nosotros.

— Creo que hay alguien que quiere verte — su voz grave suena en un susurro para mí, sonrío y me alejo buscando sus ojos—, en realidad es más de una persona, pero es a una persona a la que quizás no me esperaba ver aquí — río apretando los labios—. Estamos muy orgullosos de ti, Sabela, por todo lo que has conseguido hacer.

— Gracias por haberme escogido a mí — les digo con sinceridad—, gracias.

Los abrazo, veo que se van de la mano dejándome a mi en el interior del camerino sola. Me siento en el sofá de la misma forma en la que estaba colocada momentos antes de subir para la actuación. Escucho unos golpes suaves en la puerta y murmullo un adelante, está entreabierta.

Uno por uno entran los cinco chicos, las lágrimas amenazan con salir de nuevo, pero intento evitarlo por todos los medios. Eric abre los brazos en mi dirección, me levanto sin pensarlo y voy hacia él. Da una vuelta conmigo, cómo siempre suele hacer. Río escondida en su cuello.

— Eres una joya, Bels — susurra—. Ni se te ocurra no dejarme ver cómo tocas el piano nunca más — niego sonriendo—. Que brutalidad — me separo de él para ir hacia los demás chicos.

— Gracias por estar aquí — dejo un beso en la mejilla de Pedri y Ansu—. No pensaba que llorabas, mocoso — limpio una de las marcas de lágrimas que tiene Gavi en la mejilla, él ríe agachando la cabeza, se acerca a mi y me da un abrazo—. Gracias... — susurro devolviéndoselo, es más alto que yo—. Tú vas a dormir en el coche por ser un mentiroso — digo antes de llegar a Nico, que me mira con una sonrisa de oreja a oreja—, te lo digo en serio, deja de sonreír así — él niega posando las manos al rededor de mi cintura, siento un cosquilleo en la zona por cómo la agarra.

Firefly · Nico GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora