Capítulo 30.

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Correr, sentir el aire en mi cara, la misma empapada por la lluvia y, quizás por las lágrimas. Apuro mi paso subiendo por una carretera que nunca había tenido que subir. Noto mi teléfono vibrar en el bolsillo mientras corro más, las sirenas empiezan escucharse. Giro a la izquierda, siguiendo ese brillo azul que me eriza la piel. Corro más, lo máximo posible.

— ¡Papá! — grito mientras me fijo en la figura que hay en medio de la calle, él se gira con el rostro inexpresivo — ¿Qué ha pasado? — niega sin hablar, busco con la mirada a Manuel, observo la camilla salir de la casa, me llevo una mano al pecho sintiendo una presión que me quita la respiración— ¿Qué...? — Nico tiene la cara pálida, grito sintiendo que me ahogo.

Mi habitación se materializa a mi alrededor, agarro con fuerza las sábanas mirando hacia el techo, mis estrellas siguen ahí. Cierro los ojos de nuevo y suspiro, no sé ni que hora es. Nico no está en la cama, hace dos días que no está, pero no soy capaz de acostumbrarme a ello.

— ¡Sabela!— escucho los golpes en la puerta, la voz de Irina suena cómo si estuviera demasiado lejos— ¡Ábreme la puerta! — pega con fuerza, me obligo a levantarme, el sentir el frío del suelo en mis pies me hace volver a la realidad.

Camino bostezando, me rasco la nuca mientras quito el seguro. Algunas de mis compañeras están en el pasillo murmullando hacia mi cuarto, frunzo el ceño dejando pasar a Irina antes de volver a cerrar. Ella me abraza con fuerza suspirando en cuanto me aprieta intensamente. Reposo mi cabeza en su hombro y le acaricio la espalda.

— Llevas un buen rato gritando, Bels — aparta el pelo de mi frente, llena de sudor—. ¿Te encuentras bien? Creo que tienes fiebre.

— Solo estoy cansada — me siento en la cama, Irina rebusca en mis cajones bajo mi atenta mirada—, he tenido una pesadilla, ha sido horrible — ella suspira cerrando el cajón de la cómoda, se gira hacia mi seria.

— Voy a por un termómetro a mi cuarto, métete en cama ya — hago un pequeño puchero notando cómo se me cierran los ojos por el cansancio—, ¿qué pasa?

— Iba a ir a Barcelona — suspiro, echándome el pelo hacia atrás—, en realidad debería estar de camino ya, le dije que iba a comer con él y...

— Sabela, acuéstate en cama, voy a por el termómetro — resoplo mirándola con súplica—. Si tengo que llamar a cualquiera de los chicos para que te digan algo y te quedes aquí, pienso hacerlo — entrecierro los ojos extrañada.

— ¿Desde cuando tienes el número de los chicos?

— Desde antes de tu pase de grado — alzo una ceja, ella sonríe—. Hablé con Ansu para que enredase al resto para que vinieran, aunque por lo que escuché lo tenían medio planeado, cosa de Eric.

— Siempre vosotros — suspiro echándome en cama, tiro de las sábanas hacia arriba y me tapo, sintiendo frío.

Escucho cómo cierra la puerta, mis ojos se cierran por el cansancio. Escucho a Irina en cuanto vuelve a entrar, pero dejo que mueva mi cuerpo cómo quiera. Pone la mano en mi frente y suspira, noto cómo mueve ligeramente el termómetro.

— Dios, Bels, tienes 39 de fiebre, no te vas a ir a ningún sitio — resoplo girándome hacia ella, que guarda el termómetro en una especie de funda y la deja sobre mi mesilla—. Le aviso ahora, descansa.

— No le digas que estoy mal — murmullo sintiendo un escalofrío recorrer mi cuerpo—, dile que estoy cansada.

— Lo que tú digas — resopla—, lo llamo mientras te preparo un poco de sopa, ¿tienes? — murmullo afirmativamente— ¿En el mueble de abajo? — repito el mismo sonido.

Firefly · Nico GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora