Capítulo 13.

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Cierro la última maleta, observo lo vacío que se ve mi cuarto. Camino hacia el corcho lleno de fotos, algunas de las que he hecho este verano están ahí. Agarro la foto que les hice a todos en las Cíes y la observo sonriente, por la parte de atrás está firmada por todos. Delineo la letra de Nico con una calidez en el pecho. La quito para guardarla en la carpeta de las partituras, justo en el mismo sitio en el que están las dos fotos que le hice a Nico ese mismo día.

— ¿Estás? — uno de mis padres habla a mis espaldas, asiento guardando la carpeta en la mochila con una sonrisa — ¿Te has despedido de todos? — niego, colgándome al hombro la mochila — Tendrás que hacerlo — frunzo el ceño, él se encoje de hombros y agarra mi maleta para bajarla.

— ¿Qué has hecho? — susurro cansada, apenas ha amanecido.

— Obligarte a enfrentarte a tu miedo a las despedidas — me rasco la nuca mientras bostezo, bajamos en silencio hacia el recibidor.

Ahí está mi padre hablando con Nuria, la chica se limpia algunas lágrimas y siento un dolor en el pecho. Dejo la mochila con cuidado a los pies de las escaleras y corro hacia ella, la abrazo con fuerza, la humedad de sus lágrimas me empapa la sudadera. La aprieto más contra mí, acaricio su espalda con  cariño.

— Te voy a echar tanto de menos — le hablo en un susurro.

— Lo sé, y yo a ti — me responde en el mismo tono, suspiro con una sonrisa alejándome de ella—. Basta ya de llorar — se limpia las lágrimas con una sonrisa amplia—. De parte de Hugo, que igual te va a visitar algún día — río agachando la mirada.

— Os espero con las puertas abiertas, a los dos — asiente sonriente, me acaricia la mejilla con cariño.

Ella sonríe entristecida, la acompaño hasta la puerta y la veo perderse en el jardín a oscuras. Suspiro agachando la mirada, la mano de mi padre se posa en el centro de mi espalda y me acaricia.

— Vamos, cariño, que tenemos una hora de viaje por lo menos — asiento yendo hacia atrás, el año pasado no se me había hecho tan cuesta arriba el hecho de tenerme que marchar de aquí.

Les pido un segundo y corro escaleras arriba, abro la puerta del pequeño estudio y me acerco al piano. Poso mi mano sobre la cubierta y sonrío triste. Mi labio inferior empieza a temblar y, aunque intento evitarlo, es imposible que no caiga una lágrima. Una tras otra.

Salgo cerrando la puerta a mis espaldas, no volveré hasta navidades y, aunque solo sean tres meses, son los suficientes como para que eche demasiado de menos mi casa. Bajo dándole vueltas al tema del pase de grado, miro a mis padres en la puerta parados con una sonrisa triste. Les regalo una sincera, a pesar de no ser la más feliz del mundo.

— Sabéis que me tengo que examinar cada año para justificar que subo de curso, ¿verdad? — ellos asienten guardando mis maletas en el coche — Quiero que vengáis a verme tocar, a San Sebastián — ambos alzan la mirada con los ojos brillantes, siempre había intentado evitar que me vieran porque nunca sentía que hacía algo demasiado bueno para ellos—. Es el primer año que puedo elegir, o eso espero, la pieza que voy a interpretar. Quiero que estéis conmigo cuando tenga que hacerlo. Es una especie de certamen público, hay un jurado y no podéis llamar demasiado la atención mientras esté tocando — ellos ríen—. Pero os quiero allí, conmigo, como habéis estado en todos los momentos importantes de mi vida — abren sus brazos y voy hacia ellos, me rodean con cariño y apretujan mi cuerpo entre ambos—. Sois la mejor familia que me podía haber tocado nunca.

— Y tu eres nuestro tesoro, Sabela — Manuel pasa parte de mi pelo por detrás de mi oreja, dejando a la vista más partes de mi cara, me da un beso en la frente—. Venga, sube al coche — asiento, abro la puerta trasera izquierda y me siento, echo hacia atrás la cabeza cerrando los ojos.

Firefly · Nico GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora