Capítulo 1.

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Volver a casa es siempre algo que llena el alma de alguna manera. El olor a mar del pequeño pueblo, el vaivén de las olas poniendo melodía a los reencuentros. Los ladridos de los perros, las reuniones esporádicas a las puertas del único bar de la zona. La gente sigue siendo la misma, igual un poco menos de las que realmente había años atrás, pero nada había cambiado.

— Hola, tierra llamando a Bel — aparto la mirada del horizonte, donde el sol empieza a esconderse, la voz de Nuria llena mis oídos, superponiendo su tono sobre el oleaje del mar—. ¿En qué piensas?

— En lo mucho que ha cambiado todo — me fijo en el pelo negro de Nuria, sonrío pensando en lo pequeñas que éramos cuando me fui de aquí—, hasta nosotras hemos cambiado demasiado — me encojo de hombros, hago una ligera mueca que pretende ser una sonrisa.

Siento el brazo de mi amiga rodeándome por los hombros y atrayéndome hacia ella, cierro los ojos apoyando mi cabeza en su cuerpo. El viento mueve mi pelo al atardecer, río con ganas notando como se enreda en mi frente parte de él.

— Deberíamos volver, David seguro que está liando alguna ya.

— No puedo soportar otra fiesta de bienvenida, Nuria, libérame — junto mis manos en un ruego mientras la veo levantarse, ella ríe extendiendo la suya hacia mi para ayudarme a ponerme en pie entre las rocas—. Debería ir a tocar, una hora por lo menos, puedo usarlo de excusa si...

— Vas a venir conmigo, Sabela, no me vas a dejar sola con David — suelto una carcajada mientras voy sorteando las piedras para llegar al camino de tierra —, no cuando está en ese modo del principio de verano donde lo más posible es que acabemos con un coma etílico si no le paramos los pies.

— Que bueno que no cambien las cosas — río de nuevo, saco las llaves del coche de mi padre del bolsillo y lo abro en la distancia.

— Me siento super extraña sabiendo que ya es legal que conduzcas y que yo aún ni me lo haya planteado — niego abriendo la puerta, me siento en el asiento del conductor y agarro el volante, tras colocar la tarjeta en el lector.

— Seguro que si te pones lo sacas — le dijo colocándome el cinturón, el sonido de su teléfono me hace callar y me centro en conducir por el pueblo, el color anaranjado del cielo se lleva toda mi atención.

La escucho murmurar en una especie de discusión, en cuanto menciona a Hugo río. Desde que éramos pequeñas siempre ha estado en una especie de guerra constante con su mellizo.

— Hugo, no puedes venir a la fiesta de David cómo quieres que te lo explique — alzo las cejas, reprimiendo una carcajada imaginándome al hermano de mi amiga en ese tipo de fiestas—. ¡Me da igual que venga el espíritu santo, Hugo! — extiendo mi mano hacia ella y le doy un toque en la rodilla, asiento vocalizando un "está bien, yo me encargo", ella suspira— Vale, pero cualquier problema, con Sabela... Sí, claro... — giro a la derecha, en dirección a casa de mis padres para dejar el coche—. Un segundo — de un momento a otro escucho varios gritos a través del teléfono—. ¿¡Te he dicho ya cuanto te quiero Sabeliña!?

— ¡Agradécemelo más tarde, Huguiño! — él se ríe por mi contestación, Nuria cuelga suspirando.

— Si pasa algo, todo es culpa tuya.

— Podré con ello, no te preocupes — le guiño el ojo apagando el coche.

Salgo sacando todas las cosas que metí esta mañana, espero a que mi amiga se baje y cierro las puertas. El gran Braco de mis padres se acerca a mi corriendo, se enreda entre mis piernas mientras mi amiga nos observa con una sonrisa. Además del calor que hay en el ambiente, siento la calidez de estar en casa de nuevo. Un año ha cambiado demasiadas cosas, pero no la sensación de sentirme tan bien estando aquí.

Firefly · Nico GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora