Capítulo 4.

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Dejo caer el mechón de pelo sobre mi hombro, hago una ligera mueca mientras observo en el espejo el maquillaje. Tengo los labios pintados de un color rojo intenso, trato de sonreír de nuevo, mis ojos se achinan y ruedo los ojos levemente. Agarro un poco de desmaquillante y me los limpio, mejor al natural. Noto las manos de mi amiga en mi cintura, su rostro sonriente aparece en el espejo.

— Estás guapísima Aitanax — río despacio girándome hacia ella, los grandes aros que tiene colgando de las orejas destacan sobre toda su vestimenta—, ¿qué tal me ves?

— Como la más pega' de España — le guiño un ojo acercándome a la cama, guardo un par de cosas en un bolso pequeño y suspiro—. ¿Vamos? Ya llegamos tarde.

— ¿Alguien a quien quieras ver? — un escalofrío recorre mi espalda — Antes solo querías escaquearte el mayor tiempo posible de cualquier fiesta que tenga que ver con David, y ahora... — alza las cejas antes de que salga de mi cuarto—. ¿No tienes pensado decirle que tú eres tú?

— No se acuerda, no tiene pinta de querer hacerlo — me encojo de hombros bajando la escalera—, prefiero dejarlo así por ahora.

— Prefieres dejarlo así, pero cada vez que lo ves haces dos cosas: babeas o te escapas — niego resoplando, busco con la mirada a alguno de mis padres, pero no están ahí—. Sabela deberías dejar de ignorar lo que sientes por este chico porque...

— No siento nada — ni yo me creo lo que digo—, quiero decir, es obvio que le tengo un cariño especial por todo lo que pasó, pero... — me encojo de hombros saliendo por el portal— No sé, Nunu, es complicado — ella niega cerrando tras ella.

Echamos a andar en silencio hasta la casa de David, que está relativamente cerca de la mía. Nuria me cuenta alguna que otra cosa de Bad Gyal como si realmente no supiera quien es, pero la escucho igual. Ella es una persona muy habladora, siempre lo ha sido, desde que éramos pequeñas. Y a mi siempre se me ha dado bien escuchar.

— Me sigue pareciendo extraño que vengas disfrazada de Aitana y no de Bach o alguno de ellos — ruedo los ojos soltando una carcajada, ella me guiña el ojo mientras timbra.

— Podría haberlo hecho, pero hubiese durado un total de dos segundos en esta fiesta, David me habría echado de aquí nada más abrir la puerta — mi amiga asiente.

La puerta se abre, y mis ojos también con la sorpresa al ver el disfraz de mi amigo. Llevo inconscientemente la mano a la americana de lentejuelas, que destaca sobre todo su outfit.

— ¡Qué pasada! — él gira haciendo el mítico paso de David Bisbal en los escenarios, y los rizos de la peluca se mueven con él — ¡Estás guapísimo!

— Podemos cantar una canción — me guiña un ojo y va hacia Nuria, yo paso al jardín, que ya está lleno de gente.

Camino entre los grupos de gente saludando con una sonrisa, alguno que otro elogia mi disfraz y respondo de la misma manera. Hay plenitud de cantantes, algunos que en realidad resultaría difícil imaginar que esa persona escuchase eso.

Me acerco a la improvisada barra y cojo una cerveza, llevo el botellín a mis labios y doy un trago. Barro con la mirada el jardín, humedezco inconscientemente mis labios al notar la sequedad de estos. David se sube a una improvisada tarima para dar una especie de discurso, me recuesto contra la mesa y cruzo los brazos sonriente. Es el centro de atención y le gusta tanto como lo disfruta.

— ¡Buenas noches a estos grandes artistas! — suelto una carcajada, al igual que el resto del público, al escuchar cómo imita de una manera horrible el acento andaluz — Estamos aquí reunidos para pasar la mejor velada de nuestra vida, una que espero que no recordéis a partir de ahora — guiña un ojo, provocando una risa leve en algunos —. Disfrutad, con cabeciña, en casa hay habitaciones y baños, y... — se encoje de hombros—. Nada más que decir, ¡a pasároslo bien!

Firefly · Nico GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora