Capítulo 31.

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— Se va a enfadar — resoplo cruzándome de brazos, miro seriamente hacia mi izquierda—. Me da igual que me quieras matar con esos ojos, Sabela, no le va a hacer gracia que estés aquí — chasqueo la lengua frunciendo el ceño.

— Estoy bien, ya he pasado lo que tenía que pasar, estoy en perfectas condiciones — sonrío al ver cómo gira rápidamente hacia mi—. Además me traje todas las medicinas, los médicos me dijeron que no había problema.

— Tienes diecinueve años y no estabas coaccionada por nadie para pedir el alta voluntaria, qué te iban a decir — me encojo de hombros.

— Si me estuviera muriendo habrían insistido.

— Sabela.

— Eric... — le digo en un tono suave, él suspira derrotado—. Si es que al final estás tan contento como yo de que esté aquí.

— ¿Pero yo he dicho lo contrario?

— No, pero por todas las trabas que estabas poniendo...

— Porque no pienso aguantar a tu novio diciendo que cómo se me ocurre hacerte caso— ríe, yo lo imito—. Eres una inconsciente, Sabela — él me lo dice con un tono gracioso.

— Eso mismo me lo va a decir Nico en cuanto me vea, ¿cómo vas del golpe?

— Tengo una pequeña molestia, pero nada importante, con suerte en un par de días empiezo a entrenar otra vez — asiento con una sonrisa, él sonríe de esa manera tan característica de él.

— Mejor, si quieres paracetamol o ibuprofeno, te paso sin problema — le guiño un ojo con gracia, él suelta una carcajada—. Te lo digo en serio, eh, no sé cuantas cajas me metió Irina en la maleta.

— Es que nos diste un susto importante, Sabela, ¿cómo no dices que tienes problemas respiratorios?— me encojo de hombros y niego.

— Fue una gripe.

— ¡Podía haber sido peor si Irina no te lleva al médico! — pongo una mano en su pierna y lo miro fijamente.

— Fui al médico, me tuvieron ingresada una semana, con medicación. Si no me encontrase bien, tampoco vendría, ¿eres consciente de ello? — asiente, siento que el estómago me da un vuelco al ver varios coches y cámaras a las afueras de la ciudad deportiva— ¿Por qué hay tanta gente?

— Porque entrena el primer equipo, Sabela, que tú no nos conozcas no significa que no seamos importantes — suelto una carcajada nerviosa, suspiro y trago saliva.

— ¿Es muy tarde para salir corriendo?

— Si quieres que te aborden y te pregunten por qué sales del coche de Eric García, hazlo — chasqueo la lengua y niego—. ¿No querías darle una sorpresa a Nico? Una a lo grande, vas a salir en todos los lados.

— Ay, cállate — le doy un golpe en el hombro con una sonrisa—. Van a relacionarnos a ti y a mi, en ved de a Ainhoa y Nico — Eric se encoge de hombros.

— Puedes ser mi tapadera, y yo la tuya — me guiña un ojo, abre la guantera y veo ahí unas gafas de sol—. Póntelas, anda, no es necesario que os agobien.

— Gracias — le sonrío colocándomelas—. Una pregunta, ¿cuánto tienes de miopía? Porque...

— ¡Sabela! — me corta con una carcajada, gira hacia la derecha y sonríe a los periodistas con esa sonrisa arrebatadora, resoplo girando la cabeza hacia el lado contrario.

Abren las barreras para que entre. Sube una cuesta y sigue el camino que hay. Veo varios coches aparcados pero, como siempre, no conozco ninguno. Para en un parking que hay casi al final de la carretera a mano izquierda.

Firefly · Nico GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora