El Despertar Del Poder

CAPÍTULO 12

—Adanae. —Escucho una voz clara y fuerte. —Adanae, despierta.

Mi abuela.

—¡Abuela espera!, —Quiero gritar pero no encuentro mi voz.

Mis ojos se abren de súbito, al principio no veo nada solo figuras borrosas que me resultan vagamente familiares.

Parpadeo como veinte veces antes de lograr ver bien. Mi habitación.

Mi cama.

Respiro.

Estoy viva.

¿Mi poder...

No consigo acabar el pensamiento porque mi madre entra como una tromba de aire cuando ve que estoy despierta. Y con la misma rapidez se detiene quedándose tiesa como un palo.

—Eh, cariño.

Deja una cierta distancia, como si le diera miedo acercarse a mi.

Me fijo en ella con detenimiento, porque estoy segura de que no va a salir nada de mi garganta aunque lo intente.

Tiene la ropa arrugada el pelo recogido en un moño despeinado, los ojos brillantes, cansados y llorosos.

Deseo quitarme las mantas de una patada, pero un leve dolor me recorre el cuerpo entero como en oleadas.
Lila se asoma detrás de ella y abre mucho los ojos cuando ve que los míos también están abiertos. Tiene igual o peor aspecto que mi madre.

—¿Quieres beber algo?, debes estar sedienta. —Ofrece Lila adentrándose en la estancia con cautela.

¿Porqué se comportan así?

Asiento. Se acerca y coge un vaso con agua de mi mesita de noche y me lo acerca con una pajita en su interior.

Mi madre solo me mira desde la misma posición.

Bebo un pequeño sorbo que me hace daño en la garganta pero me sabe a gloria. Después de ese no paro hasta que no queda una gota.

Me incorporo para quedarme recostada, no sin esfuerzo.

El dolor va remitiendo dejando una sensación de ligereza en mi cuerpo, de libertad. Inhalo llenando mis pulmones de aire, ansíandolo como si fuera la primera vez, como si acabase de nacer.

Me aclaro la garganta una vez, dos veces.

Cierro los ojos buscando mi voz, pensando en formar letras, sílabas, palabras.

—¿Que ha pasado? —Consigo pronunciar.