CAPÍTULO 7

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La mañana del sábado me despierto con la sensación de no haber dormido así de bien en días, que es exactamente lo que ha pasado ha sido una semana complicada, siendo generosa.

Lila envía miradas en mi dirección con la diversión escrita en sus ojos cada pocos segundos. Anoche lo escuchó todo no es necesario que lo exprese verbalmente.

Yo por desgracia si tengo que hacerlo, así que las reúno a las dos en el salón.

Mi madre me estudia de arriba a abajo con los ojos brillantes de preocupación, yo me adelanto.

—Antes que nada, no os preocupéis me encuentro perfectamente.

—Esta bien, Continúa. —Apremia.

Su nerviosismo es palpable.

Lila en cambio esta disfrutando con esto.

—Sabéis... Que siempre os lo cuento todo.

Me paseo de un lado a otro nerviosa por el salón.

—He quedado con un chico. —Suelto de forma brusca después de unos segundos, no quiero alargar este momento.

Mi madre abre y cierra la boca como un pez mirando a Lila en busca de ayuda a lo que ella responde con una sonora carcajada.

Tras darle todos los detalles que conozco sobre él, y asegurarse de que vive literalmente en la casa de enfrente, cede.

Gracias a eso y a la ayuda de Lila por supuesto. Después del incómodo momento subo a mi habitación a prepararme.

Elijo un jersey morado, vaqueros oscuros y mi preciado par de Dr. Martens negras, dejo mi cabello suelto, rubio ceniza cayendo a lo largo de mi espalda y a ambos lados de mi rostro.

Doy un último vistazo al espejo y sonrío al recordar la primera vez que vi a Aylan, mi único deseo era salir corriendo.

Antes de salir Lila mete su móvil en el bolsillo de mi abrigo "por si se presenta alguna urgencia" cito textualmente.

Me río al ver sus expresiones, la de Lila entre nerviosa y nostálgica, mi madre... Creo que esta aterrada, al despedirme casi parecemos una familia normal.

La tarde es perfecta.

Tomamos chocolate caliente en la cafetería de Francis antes de ver una mala película de zombies en el pequeño cine.

No es que se pueda hacer mucho más en Sondville, no lo digo como si fuese una queja este lugar tiene su encanto.

A la salida del cine el frío se ha intensificado, extrañamente el viento se mantiene en calma y mi cabeza en silencio.

Aylan entrelaza nuestras manos y da un leve apretón.

Tomamos el camino largo a casa, la luz de de las farolas es debil y amarillenta y a duras penas es rival contra la oscura noche.

Todo es tan silencioso, como si fuésemos los únicos habitantes en este pueblo solo se oye el sonido de nuestras pisadas y algún que otro coche circulando a lo lejos.

Cuando nos encontramos a poca distancia de nuestras casas, Aylan comienza a disminuir la ligereza de sus pasos, sonrío escondiendo mi rostro al darme cuenta de lo que hace.

Sin ningún aviso grito al notar como me levanta del suelo y me lleva hasta un árbol cercano, contra el que me apoya suavemente.

Me rio mientras niego con la cabeza posando las palmas de mis manos sobre su cazadora a la altura de su pecho. —Lo he pasado genial, incluso viendo esa película horrible de zombies.

—Anotado, no te gustan los zombies. —Me responde con una sonrisa completa, mostrando una línea de dientes blancos y colmillos puntiagudos perfectamente acorde con su estética, que hace que mis rodillas se conviertan en gelatina.

El viento se despierta, me preparo para escucharlo pero no ocurre nada. Entonces su expresión cambia, su sonrisa empequeñce, su mirada pasa de mis ojos a mis labios y veo que traga una vez al ver el movimiento de su nuez.

—Adanae, yo...

Desliza una de sus manos por mi nuca y mis ojos se cierran antes de sentir el contacto, mi estómago se contrae deliciosamente cuando siento sus labios sobre los míos.

Le doy la bienvenida a mi boca sin dudar y cuando nuestras lenguas se encuentran suelta un gruñido bajo causando que se erice cada bello en mi cuerpo. Su otra mano se posa en mi espalda acercándome más, ansiando más, mientras va descendiendo muy despacio...

Es un primer beso perfecto.

***

Mi cuerpo esta entumecido, mojado y embarrado, las articulaciones no me responden, no me puedo levantar y siento que cada vez me hundo más en el barro.

Tampoco puedo hablar, intento pedir ayuda pero mi garganta no responde.

Escucho el ruido de la tierra al abrirse.

Unas gruesas ramas comienzan a enrocarse en mis piernas

El miedo me ahoga. Miro desesperadamente hacía los lados pero solo veo árboles y niebla.

Las ramas siguen subiendo, lentamente me entierran.

El aire no llega a mis pulmones, estiro las manos intentando en vano escapar de ellas, es inútil.

Despierto inhalando forzosamente.

Toso un par de veces agarrando mi garganta.

Me levanto de la cama aún empujando el aire necesario a mis pulmones, jamás un sueño había sido tan real.

Bajo los escalones despacio deslizando mi mano por la pared como apoyo, siguiendo el rastro de las voces de mi madre y Lila.

Esa noche la fiebre volvió, siendo mucho peor esta vez.












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